1. Al maestro de coro. Para flautas. Salmo de David

2. Escucha mis palabras, Señor, atiende a mi gemido,

3. oye la voz de mi lamento, Rey mío y Dios mío.

4. A ti, Señor, te invoco; de mañana me escuchas, de mañana me dirijo a ti y me quedo esperando.

5. Tú no eres un Dios que se complace en la injusticia, el malvado no puede ser tu huésped.

6. Los soberbios no resisten delante de tus ojos, aborreces a todos los malhechores,

7. llevas a la ruina a los mentirosos, al hombre explotador y fraudulento el Señor lo detesta.

8. Mas yo, por tu infinita bondad, entro en tu casa, me postro hacia tu templo con toda reverencia.

9. Guíame tú, Señor, por tu justicia, frente a mis opresores, allana tus caminos ante mí.

10. En su boca no hay sinceridad, su corazón está lleno de maldades; sepulcro abierto es su garganta, aunque su lengua sea melosa.

11. Castígalos, oh Dios, castígalos, que caigan presos en sus propios planes; recházalos por sus crímenes sin cuento, por haberse rebelado contra ti.

12. Que se alegren en cambio los que en ti confían, que siempre estén alegres, porque tú los proteges; que se gocen en ti los que aman tu nombre.

13. Pues tú, Señor, bendices al que es justo, como un escudo lo protege tu favor.





Uma filha espiritual perguntou a Padre Pio: “O Senhor cura tantas pessoas, por que não cura esta sua filha espiritual?” Padre Pio respondeu-lhe em voz baixa: “E não nos oferecemos a Deus?” São Padre Pio de Pietrelcina