2. Del maestro de coro. Salmo. De David.

2. Feliz el que se acuerda del pobre y del débil, en el día malo lo salvará el Señor;

3. ¡Dichoso el que cuida del débil y del pobre! En día de desgracia le libera Yahveh;

3. el Señor lo guardará, lo mantendrá con vida y feliz en esta tierra: - no lo dejarás en manos de sus enemigos-

4. Yahveh le guarda, vida y dicha en la tierra le depara, y no le abandona a la saña de sus enemigos;

4. El Señor lo acompaña en su lecho de dolor y le arregla la cama mientras está enfermo.

5. le sostiene Yahveh en su lecho de dolor; tú rehaces entera la postración en que se sume.

5. Yo dije: "Señor, apiádate de mí, sáname porque he pecado contra ti".

6. Yo he dicho: «Tenme piedad, Yahveh, sana mi alma, pues contra ti he pecado!»

6. Mis enemigos me desean lo peor: "A ver si se muere y ya no se habla más de él".

7. Mis enemigos hablan mal contra mí: «¿Cuándo se morirá y se perderá su nombre?»

7. Si alguien viene a verme, habla por hablar, pero se informa para dañarme; apenas está fuera, esparce sus rumores.

8. Si alguien viene a verme, habla de cosas fútiles, el corazón repleto de maldad, va a murmurar afuera.

8. Mis enemigos se juntan y cuchichean, mientras comentan mi mal:

9. A una cuchichean contra mí todos los que me odian, me achacan la desgracia que me aqueja:

9. "Este ataque no es una cosa buena, cayó a la cama para no levantarse".

10. «Cosa de infierno ha caído sobre él, ahora que se ha acostado, ya no ha de levantarse.»

10. Hasta mi amigo seguro en el que yo confiaba, que mi pan compartía, se ha vuelto en contra mía.

11. Hasta mi amigo íntimo en quien yo confiaba, el que mi pan comía, levanta contra mí su calcañar.

11. Pero tú, Señor, ten piedad de mí, ponme en pie, que quiero pagarles con lo mismo.

12. Mas tú, Yahveh, tenme piedad, levántame y les daré su merecido;

12. Que mis enemigos no canten victoria, y reconoceré que me valoras.

13. en esto sabré que tú eres mi amigo: si mi enemigo no lanza más su grito contra mí;

13. Tú me asistirás, Señor, porque no hay falta en mí, y me mantendrás en tu presencia para siempre.

14. y a mí me mantendrás en mi inocencia, y ante tu faz me admitirás por siempre.

14. ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y para siempre! ¡Así sea!





“O verdadeiro servo de Deus é aquele que usa a caridade para com seu próximo, que está decidido a fazer a vontade de Deus a todo custo, que vive em profunda humildade e simplicidade”. São Padre Pio de Pietrelcina