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  • David tomó de la cabecera de Saúl la lanza y el jarro de agua y se fueron. Nadie los vio; nadie se dio cuenta; nadie se despertó, pues todos dormían, porque el Señor había hecho caer sobre ellos un profundo sueño. (I Samuel 26, 12)

  • Habían hecho prisioneros a las mujeres y a todos los demás, chicos y grandes, pero sin matar a nadie. Los habían llevado y proseguían su camino. (I Samuel 30, 2)

  • Eres grande, Señor; no hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, como hemos oído. (II Samuel 7, 22)

  • El rey dijo: "Esto no os importa a vosotros, hijos de Sarvia. Si el Señor le ha ordenado que me maldiga, nadie podrá pedirle cuentas". (II Samuel 16, 10)

  • El ejército respondió: "No, tú no debes ir, porque si nosotros nos damos a la fuga, nadie se fijaría en nosotros; pero tú eres como diez mil hombres entre nosotros. Y es mejor que te quedes en la ciudad para venir a socorrernos". (II Samuel 18, 3)

  • Los gabaonitas le respondieron: "No se trata de una cuestión de plata o de oro con Saúl y su familia, ni queremos que nadie muera en Israel". David dijo: "Haré por vosotros lo que me digáis". (II Samuel 21, 4)

  • nadie los toca, a no ser con un hierro o con el asta de la lanza, y son totalmente quemados en el fuego". (II Samuel 23, 7)

  • Así, pues, ordena que me corten cedros del Líbano. Mis súbditos se unirán a los tuyos, y yo te daré por tus súbditos el salario que tú me digas. Porque bien sabes que entre nosotros no hay nadie que sepa cortar los árboles como los sidonios". (I Reyes 5, 20)

  • y Jeroboán dijo a su mujer: "Disfrázate de modo que nadie conozca que eres mi mujer, y vete a Silo. Allí está Ajías, el profeta, el que me anunció que había de ser rey de este pueblo. (I Reyes 14, 2)

  • Les entregaron el novillo que eligieron, lo prepararon y se pusieron a invocar el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: "¡Oh, Baal, respóndenos!". Pero no se oía voz alguna, ni nadie respondía. Y ellos continuaban danzando en torno al altar que habían hecho. (I Reyes 18, 26)

  • Pasado el mediodía, continuaron en su paroxismo hasta la hora de la ofrenda del sacrificio. Pero no se oía voz alguna, ni nadie respondía ni hacía caso. (I Reyes 18, 29)

  • En verdad no hubo nadie que como Ajab se prestase a hacer lo que es malo a los ojos del Señor, a lo cual le incitaba su esposa Jezabel, (I Reyes 21, 25)


“Nas tribulações é necessário ter fé em Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina