Fundar 458 Resultados para: nadie

  • que nadie sea lujurioso ni desprecie la religión, como Esaú, quien, por una comida, vendió sus derechos de primogénito. (Hebreos 12, 16)

  • Nadie diga en la tentación que es tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie, (Santiago 1, 13)

  • Pero nadie ha podido domar nunca la lengua: es un azote irrefrenable, llena de veneno mortífero. (Santiago 3, 8)

  • El Señor no retarda el cumplimiento de la promesa, como creen algunos que le acusan de tardanza, sino que usa de paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos alcancen el arrepentimiento. (II Pedro 3, 9)

  • Pero vosotros haced que la unción que habéis recibido de él permanezca en vosotros; no tenéis necesidad de que nadie os enseñe, ya que la unción, que dice la verdad y nunca la mentira, os enseña todas las cosas; permaneced unidos a Cristo, según ella os ha enseñado. (I Juan 2, 27)

  • Hijos míos, que no os engañe nadie. El que practica la justicia es justo como él es justo; (I Juan 3, 7)

  • Jamás ha visto nadie a Dios. Si nos amamos los unos a los otros, Dios está en nosotros, y su amor en nosotros es perfecto. (I Juan 4, 12)

  • Escribe al ángel de la Iglesia de Filadelfia: Esto es lo que dice el santo, el veraz, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cerrará, el que cierra y nadie abrirá: (Apocalipsis 3, 7)

  • Conozco tus obras: tengo abierta delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, a pesar de tu debilidad, has guardado mi palabra y no has renegado de mí. (Apocalipsis 3, 8)

  • Mi venida está próxima; guarda bien lo que tienes, para que nadie te quite tu corona. (Apocalipsis 3, 11)

  • Y nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra podía abrir el libro y leerlo. (Apocalipsis 5, 3)

  • Yo lloré mucho, porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro y de leerlo. (Apocalipsis 5, 4)


“É doce o viver e o penar para trazer benefícios aos irmãos e para tantas almas que, vertiginosamente, desejam se justificar no mal, a despeito do Bem Supremo.” São Padre Pio de Pietrelcina