Eclesiástico, 28
19. Feliz quien está al abrigo de ella, que no es víctima de su ira, que no soporta su yugo y no se ve preso en sus cadenas,
19. Feliz quien está al abrigo de ella, que no es víctima de su ira, que no soporta su yugo y no se ve preso en sus cadenas,
El Capítulo 28 del libro eclesiástico trata del perdón y la importancia de prevenir la ira y la venganza. El autor advierte que quienes buscan venganza experimentarán la ira de Dios y que es mejor perdonar para evitar conflictos y peleas. A continuación hay cinco versos relacionados con estos temas:
Proverbios 19:11: "La sabiduría del hombre le da paciencia; su gloria es ignorar los delitos". Este versículo destaca la importancia de la paciencia y la sabiduría en respuesta a los delitos, enfatizando que es mejor ignorarlos que tomar represalias.
Mateo 6:14-15: "Porque si se perdonan los delitos del otro, el Padre Celestial también los perdonará. Pero si no se perdonan, el Padre Celestial no perdonará sus delitos". Jesús enseña la importancia del perdón, afirmando que aquellos que perdonan serán perdonados por el Padre Celestial, mientras que aquellos que no perdonan no recibirán perdón.
Romanos 12:19: "Amado, nunca busque vengarse, pero deja con Dios la ira, porque está escrita", mi venganza; Volveré ", dice el Señor". Pablo alienta a los cristianos a no buscar venganza, sino a confiar en Dios para juzgar y castigar a los que hacen el mal.
Efesios 4:31-32: "Deshágase de toda amargura, indignación e ira, gritos y calumnias, así como toda maldad. Sea amables y compasivos el uno con el otro, perdonándose unos a otros, tal como Dios los perdonó en Cristo". Pablo insta a los creyentes a abandonar la ira y el mal y a ser compasivos y perdonados entre ellos, como Dios perdonó a Cristo.
Colosenses 3:13: "Compan y perdonan las quejas que tienen entre sí. Perdona como el Señor los perdonó". El apóstol Pablo alienta a los cristianos a perdurarse y perdonarse mutuamente, tal como Dios los perdonó en Cristo.
“Lembre-se de que você tem no Céu não somente um pai, mas também uma Mãe”. São Padre Pio de Pietrelcina