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  • Al día siguiente Saúl dividió al pueblo en tres cuerpos, que penetraron en el campamento antes del amanecer y estuvieron matando amonitas hasta el mediodía. Los supervivientes se dispersaron, hasta el punto de no quedar dos juntos. (I Samuel 11, 11)

  • Saúl eligió tres mil hombres de Israel; dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y mil con Jonatán en Guibeá de Benjamín; a los demás los mandó cada uno a su casa. (I Samuel 13, 2)

  • Los filisteos se reunieron para luchar contra Israel con tres mil carros, seis mil jinetes y un ejército tan numeroso como la arena de la ribera del mar. Subieron y acamparon en Micmás, al oriente de Bet Avén. (I Samuel 13, 5)

  • Del campamento de los filisteos salió la fuerza de choque dividida en tres bandas: una tomó el camino de Ofrá, hacia la tierra de Sual; (I Samuel 13, 17)

  • Entonces salió de las filas de los filisteos un campeón llamado Goliat, de Gat, cuya estatura era de unos tres metros. (I Samuel 17, 4)

  • Los tres hijos mayores de Jesé habían marchado a la guerra con Saúl; el mayor se llamaba Eliab, el segundo Abinadab y el tercero Sammá. (I Samuel 17, 13)

  • David era el más pequeño. Los tres mayores habían seguido a Saúl. (I Samuel 17, 14)

  • Yo tiraré tres flechas del lado de acá, como si tirara al blanco. (I Samuel 20, 20)

  • El muchacho se marchó, y entonces David salió de junto al montón de piedras y se postró en tierra por tres veces. Después ambos se abrazaron y lloraron juntos largo tiempo. (I Samuel 20, 41)

  • Entonces tomó consigo tres mil hombres, escogidos en todo Israel, y marchó en busca de David y de sus gentes hasta las Rocas de las Gamuzas. (I Samuel 24, 3)

  • En Maón había un hombre que tenía posesiones en el Carmelo. Era un hombre muy rico: tenía tres mil ovejas y mil cabras. Estaba entonces en el Carmelo para el esquileo de sus ovejas. (I Samuel 25, 2)

  • Saúl se puso en marcha con tres mil hombres elegidos de Israel para buscar a David en el desierto de Zif. (I Samuel 26, 2)


“Todas as graças que pedimos no nome de Jesus são concedidas pelo Pai eterno.” São Padre Pio de Pietrelcina