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  • Pero ¿cómo puedo yo solo soportar vuestro peso, vuestras cargas y vuestros pleitos? (Deuteronomio 1, 12)

  • Ni un solo hombre de esta generación perversa verá esta buena tierra que yo juré dar a vuestros padres, (Deuteronomio 1, 35)

  • A precio de plata me venderás los víveres que coma, y por dinero me darás el agua que beba. Permíteme sólo pasar a pie, (Deuteronomio 2, 28)

  • El Señor os dispersará entre los pueblos, y sólo quedará de vosotros un pequeño número en medio de las naciones entre las que el Señor os arrojará. (Deuteronomio 4, 27)

  • Te ha humillado y te ha hecho sentir hambre para alimentarte luego con el maná, desconocido de tus mayores; para que aprendieras que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. (Deuteronomio 8, 3)

  • Sin embargo, sólo se unió con tus padres, y esto por amor; y después de ellos eligió a sus descendientes, vosotros mismos, entre todas las naciones, hasta el día de hoy. (Deuteronomio 10, 15)

  • No se podrá ejecutar al reo de muerte más que por la declaración de dos o tres testigos; nadie será condenado a muerte por la declaración de un solo testigo. (Deuteronomio 17, 6)

  • Un solo testigo no basta para probar la culpabilidad de un hombre en cualquier clase de falta o delito que sea. La sentencia se apoyará en la declaración de dos o tres testigos, cualquiera que sea el delito. (Deuteronomio 19, 15)

  • deja volar a la madre y quédate sólo con los pollos. Así te irá bien y tendrás una vida larga. (Deuteronomio 22, 7)

  • al no querer compartir con ellos la carne de sus hijos, que se comerá él solo, por no quedarle otra cosa en medio del asedio y de la angustia a que te habrá reducido tu enemigo en todas tus ciudades. (Deuteronomio 28, 55)

  • Pero no sólo con vosotros hago yo hoy esta alianza y este juramento; (Deuteronomio 29, 13)

  • El Señor solo lo guiaba, no había con él dios extranjero. (Deuteronomio 32, 12)


“No tumulto das paixões terrenas e das adversidades, surge a grande esperança da misericórdia inexorável de Deus. Corramos confiantes ao tribunal da penitência onde Ele, com ansiedade paterna, espera-nos a todo instante.” São Padre Pio de Pietrelcina