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  • Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como un trapo sucio. Nos hemos marchitado como el follaje y nuestras culpas nos arrastran como el viento. (Isaías 64, 5)

  • No hay nadie que invoque tu Nombre, nadie que despierte para aferrarse a ti, porque tú nos ocultaste tu rostro y nos pusiste a merced de nuestras culpas. (Isaías 64, 6)

  • Al enterarnos de la noticia, desfallecieron nuestras manos, se apoderó de nosotros la angustia, un temblor como de parturienta. (Jeremías 6, 24)

  • ¡Que se apuren a lanzar gemidos por nosotros! ¡Que nuestros ojos se deshagan en lágrimas y brote el llanto de nuestras pupilas! (Jeremías 9, 17)

  • "La Muerte ha trepado por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, arrancando de las calles a los niños, y a los jóvenes de las plazas. (Jeremías 9, 20)

  • Por eso, así habla el Señor contra los hombres de Anatot, que intentan quitarte la vida, diciendo: "¡No profetices en nombre del Señor, si no quieres morir en nuestras manos!". (Jeremías 11, 21)

  • ¡Si nuestra iniquidad atestigua contra nosotros, obra, Señor, a causa de tu Nombre! Porque son muchas nuestras apostasías, hemos pecado contra ti. (Jeremías 14, 7)

  • ¡Aquí estoy contra ti, Moradora del valle, Roca de la llanura! -oráculo del Señor-. Ustedes dicen: "¿Quién bajará contra nosotros, quién entrará en nuestras guaridas?". (Jeremías 21, 13)

  • Y nosotros hemos obedecido las instrucciones de Jonadab, hijo de Recab, nuestro antepasado, en todo lo que él nos ordenó: nosotros no bebemos vino durante toda la vida, lo mismo que nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras hijas; (Jeremías 35, 8)

  • Levantemos en nuestras manos el corazón hacia el Dios del cielo. (Lamentaciones 3, 41)

  • Nuestra herencia pasó a manos de extranjeros, nuestras casas, a manos de extraños. (Lamentaciones 5, 2)

  • Estamos huérfanos, sin padre, nuestras madres son como viudas. (Lamentaciones 5, 3)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina