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  • Su aliento es como un torrente desbordado, que sube hasta el cuello, para zarandear a las naciones con la criba destructora y poner el freno del extravío en las quijadas de los pueblos. (Isaías 30, 28)

  • la hierba se seca, la flor se marchita cuando sopla sobre ella el aliento del Señor. Sí, el pueblo es la hierba. (Isaías 40, 7)

  • Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella. (Isaías 42, 5)

  • El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. (Isaías 50, 4)

  • No, yo no recrimino para siempre ni me irrito eternamente, porque entonces desfallecerían ante mí el espíritu y el aliento de vida que yo mismo hice. (Isaías 57, 16)

  • Sí, oigo gritos como los de una parturienta, gemidos como los de una primeriza: es la voz de la hija de Sión que pierde el aliento, que extiende las manos: "¡Ay, pobre de mí, estoy exhausta frente a los asesinos!". (Jeremías 4, 31)

  • El hombre queda aturdido, sin comprender, el fundidor se avergüenza de su ídolo, porque su estatua es una mentira, y en nada de eso hay aliento de vida; (Jeremías 10, 14)

  • El hombre queda aturdido, sin comprender, el fundidor se avergüenza de su ídolo, porque su estatua es una mentira y no hay en nada de eso aliento de vida; (Jeremías 51, 17)

  • El Ungido del Señor, nuestro aliento vital, quedó atrapado en sus fosas: aquel de quien decíamos: "¡A su sombra viviremos entre las naciones!". (Lamentaciones 4, 20)

  • Te has exaltado contra el Señor del cielo: han traído a tu presencia los vasos de su Casa, y han bebido vino en ellos, tú y tus dignatarios, tus mujeres y tus concubinas; has glorificado a los dioses de plata y oro, de bronce, hierro, madera y piedra, que no ven, ni oyen, ni entienden, pero no has celebrado al Dios que tiene en su mano tu aliento y a quien pertenecen todos tus caminos. (Daniel 5, 23)

  • ¿Y cómo podría este servidor hablar con mi Señor, aquí presente, si ahora me faltan las fuerzas y ya me he quedado sin aliento?". (Daniel 10, 17)

  • Ella recuperó el aliento y se levantó en el acto. Después Jesús ordenó que le dieran de comer. (Lucas 8, 55)


“Nas tentações, combata com coragem! Nas quedas, humilhe-se mas não desanime!” São Padre Pio de Pietrelcina