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Al verlo, la gente alababa a su dios, diciendo: «Nuestro dios ha puesto en nuestras manos a nuestro enemigo, que arruinaba nuestro país y mató a tantos de los nuestros.» (Jueces 16, 25)
«¡Pero si el dueño de esos campos es Booz! ¡Bendito sea Yavé, que siempre se muestra tan bueno con los vivos y los muertos! Ese hombre es pariente nuestro; a él, entre otros, le corresponde rescatarnos.» (Rut 2, 20)
Pues bien, Booz, nuestro pariente, con cuya gente has estado trabajando, va a trillar la cebada esta tarde. Tú debes, por lo tanto, hacer lo siguiente: (Rut 3, 2)
Cuando todo estuvo listo, le dijo al pariente: «Noemí, la viuda de nuestro pariente Elimelec, que ha regresado de Moab, quiere vender la propiedad que pertenecía a su marido. (Rut 4, 3)
Sólo Yavé es Santo, pues nada hay fuera de Ti, no hay roca tan firme como nuestro Dios. (1 Samuel 2, 2)
Luego de un rudo combate, los israelitas fueron derrotados, dejando muertos en el campo de batalla alrededor de cuatro mil hombres. Volvió el ejército al campamento, y los jefes de Israel se preguntaban por qué Yavé había dejado que fueran derrotados por los filisteos. Y se dijeron: «Vamos a Silo a buscar el Arca de nuestro Dios. Así estará ella con nosotros y nos salvará de nuestros enemigos.» (1 Samuel 4, 3)
y dijeron a Samuel: «No dejes de invocar a Yavé, nuestro Dios, para que él nos salve de los filisteos.» (1 Samuel 7, 8)
nuestro rey nos dirigirá e irá al frente de nosotros en nuestros combates.» (1 Samuel 8, 20)
Pero él respondió: «Todavía no, pues en esta ciudad vive un hombre de Dios. Es muy famoso. Todo lo que dice se cumple con seguridad. Vamos donde él por si nos orienta acerca del objeto de nuestro viaje.» (1 Samuel 9, 6)
Ahora tú tienes que hacer algo porque nuestra suerte y la de nuestro patrón ya está echada, y él es tan malo que no se le puede hablar.» (1 Samuel 25, 17)
Entonces David les envió mensajeros para decirles: «Que Yavé los bendiga por haber hecho esta misericordia con Saúl, nuestro señor, dándole sepultura. (2 Samuel 2, 5)
¡Animo!, esforcé monos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios. Que Yavé haga lo que le pa rezca bien.» (2 Samuel 10, 12)
