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  • porque es preferible vivir cautivos y bendecir al Señor, que ver expirar ante nuestros ojos a nuestras esposas y niños. (Judit 7, 27)

  • Más bien pidámosle que nos socorra mientras esperamos confiadamente que nos salve, y él escuchará nuestras súplicas, si le agrada hacerlo. (Judit 8, 17)

  • Es verdad que no se encontraría en nuestros días tribu, familia, pueblo o ciudad de las nuestras que se postre ante dioses hechos por mano del hombre, como sucedió en otros tiempos, (Judit 8, 18)

  • De ahora en adelante, ante el mal ejemplo de la reina, ¿cómo se irán a comportar con nosotros, tus vasallos, nuestras esposas, las princesas de Persia y de Media? Ciertamente nos van a menospreciar y nosotros nos vamos a enojar con ellas. (Ester 1, 18)

  • Aunque soy dueño del mundo entero y gobierno a incontables naciones, me he propuesto no dejarme llevar por el orgullo del poder y gobernar siempre con dulzura y bondad para que mis súbditos puedan gozar continuamente de una vida tranquila. Al mismo tiempo he procurado restaurar la paz deseada por todo el mundo, ofreciendo durante mi reinado los beneficios de la civilización y permitiendo el libre tráfico dentro de nuestras fronteras. (Ester 13, 2)

  • Según él, mezclado con las diversas tribus de la tierra, se halla un pueblo que es enemigo de todos, cuyas leyes son contrarias a las de las otras naciones y que constantemente está desobedeciendo nuestras disposiciones, de tal manera que impide que podamos gobernar como conviene para el bien de todos. (Ester 13, 4)

  • Ahora, en cambio, nos rechazas y humillas y no sales al frente de nuestras tropas. (Salmos 44, 10)

  • ¿Quién sino tú, oh Dios, que nos rechazaste y que no sales más con nuestras tropas? (Salmos 60, 12)

  • En Sión, oh Dios, conviene alabarte y en Jerusalén cumplir nuestras promesas, (Salmos 65, 2)

  • Dejaste que un cualquiera cabalgara sobre nuestras cabezas, por el fuego y por el agua hemos pasado pero, al fin, nos has hecho respirar. (Salmos 66, 12)

  • Pusiste nuestras culpas frente a ti, nuestros secretos bajo la luz de tu rostro. (Salmos 90, 8)

  • Que la dulzura del Señor nos cubra y que él confirme la obra de nuestras manos. (Salmos 90, 17)


“Você teme um homem,um pobre instrumento nas mãos de Deus, mas não teme a justiça divina?” São Padre Pio de Pietrelcina