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Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo para dar a los elegidos de Dios la fe y el conocimiento de la verdad de nuestra religión, (Tito 1, 1)
a Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe común, te deseo la gracia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador. (Tito 1, 4)
Cristo, por el contrario, lo ha sido en calidad de Hijo, al frente de su casa. Y su casa somos nosotros, con tal que permanezcamos inquebrantables hasta el fin, confesando valientemente nuestra fe y confiados en la esperanza que tenemos. (Hebreos 3, 6)
Porque hemos llegado a ser partícipes de Cristo, si seguimos manteniendo inquebrantable hasta el fin nuestra fe inicial. (Hebreos 3, 14)
Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, ya que fue probado en todo a semejanza nuestra, a excepción del pecado. (Hebreos 4, 15)
¿cuánto más la sangre de Cristo, que por virtud del Espíritu eterno se ofreció a sí mismo a Dios como víctima inmaculada, purificará nuestra conciencia de sus obras muertas, para servir al Dios vivo? (Hebreos 9, 14)
fijando nuestra mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, para obtener la gloria que se le proponía, soportó la cruz, aceptando valientemente la ignominia, y está sentado a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12, 2)
La lengua es también de fuego; el mundo de la injusticia. La lengua puesta en medio de nuestros miembros infecta todo nuestro cuerpo y prende fuego al curso de nuestra vida, cuando ella está incendiada con el fuego del infierno. (Santiago 3, 6)
Ésta es la voluntad de Dios que reduzcamos al silencio la ignorancia de los insensatos con nuestra conducta ejemplar. (I Pedro 2, 15)
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han alcanzado una fe no menos preciosa que la nuestra mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. (II Pedro 1, 1)
Tened en cuenta que la paciencia de nuestro Señor es nuestra salvación, como ya os lo escribió nuestro queridísimo hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha dado; (II Pedro 3, 15)
Os escribimos todo esto para que nuestra alegría sea completa. (I Juan 1, 4)
