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  • Y así como tu vida ha sido hoy de gran valor a mis ojos, así también será estimada mi vida a los ojos del Señor, y él me librará de toda angustia". (I Samuel 26, 24)

  • Samuel dijo a Saúl: "¿Por qué has turbado mi descanso, evocándome?". Saúl respondió: "Estoy en gran aprieto, los filisteos me hacen la guerra y Dios se ha retirado de mí; no me responde ni por medio de los profetas ni por los sueños. Por eso te he evocado para saber qué hacer". (I Samuel 28, 15)

  • Los filisteos libraron batalla con Israel, y los israelitas huyeron ante los filisteos y cayeron muertos en gran número en el monte Gelboé. (I Samuel 31, 1)

  • Los hombres de David y Joab llegaron de una expedición trayendo un gran botín. Abner ya no estaba con David en Hebrón, pues le había despedido y había marchado en paz. (II Samuel 3, 22)

  • Y el rey dijo a sus servidores: "¿No os dais cuenta de que hoy ha caído en Israel un príncipe y un gran hombre? (II Samuel 3, 38)

  • Cuando contaron al rey David que el Señor había bendecido a Obededón y todas sus cosas a causa del arca de Dios, David fue y trasladó el arca de Dios de casa de Obededón a la ciudad de David con gran júbilo. (II Samuel 6, 12)

  • Sí, Señor, tú eres Dios, tus palabras son verdad, y has hecho a tu siervo esta gran promesa. (II Samuel 7, 28)

  • En Tébaj y en Berotay, ciudades de Hadadézer, se apoderó también de una gran cantidad de bronce. (II Samuel 8, 8)

  • David adquirió gran fama y, a su regreso, derrotó en el valle de la Sal a dieciocho mil edomitas. (II Samuel 8, 13)

  • El rico tenía ovejas y vacas en gran cantidad. (II Samuel 12, 2)

  • Pero Absalón le insistió, y el rey dejó ir a Amnón y a todos los hijos del rey. Absalón había preparado un gran banquete, un banquete regio, (II Samuel 13, 27)

  • Apenas terminó él de hablar, cuando llegaron los hijos del rey, que se pusieron a llorar a voz en grito. También el rey y sus servidores lloraron con gran llanto. (II Samuel 13, 36)


“Não há nada mais inaceitável do que uma mulher caprichosa, frívola e arrogante, especialmente se é casada. Uma esposa cristã deve ser uma mulher de profunda piedade em relação a Deus, um anjo de paz na família, digna e agradável em relação ao próximo.” São Padre Pio de Pietrelcina