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Oí una voz que venía del cielo y decía: "Escribe: Dichosos desde ahora los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, porque sus obras los acompañan". (Apocalipsis 14, 13)
blasfemaban contra el Dios del cielo por los dolores de sus úlceras en vez de arrepentirse de sus obras. (Apocalipsis 16, 11)
El sexto vertió su copa sobre el río grande, el Éufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes del oriente. (Apocalipsis 16, 12)
"Mirad, vengo como un ladrón. ¡Dichoso el que está dispuesto y con la ropa puesta, para no tener que andar desnudo y dejar ver sus vergüenzas!". (Apocalipsis 16, 15)
Y vi a la mujer emborracharse de la sangre de los santos y de los mártires de Jesús, y al verla me quedé estupefacto. (Apocalipsis 17, 6)
Los diez cuernos que has visto y la bestia odiarán a la prostituta, la despojarán de sus vestiduras toda desnuda, comerán sus carnes y la quemarán. (Apocalipsis 17, 16)
Oí otra voz que venía del cielo y decía: Sal de ella, oh pueblo mío, para que no seas solidario de sus pecados y no participes de sus plagas; (Apocalipsis 18, 4)
porque sus pecados se han acumulado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus crímenes. (Apocalipsis 18, 5)
permaneciendo a distancia por miedo a sus tormentos, y dirán: ¡Ay, ay de la gran ciudad, Babilonia, la ciudad fuerte; en un instante ha llegado tu sentencia! (Apocalipsis 18, 10)
Los comerciantes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque ninguno comprará ya sus mercancías: (Apocalipsis 18, 11)
Los comerciantes que se enriquecían con este comercio se mantendrán a distancia por miedo a sus tormentos, y llorando y lamentándose, dirán: (Apocalipsis 18, 15)
Y echándose polvo en sus cabezas, gritaban; y llorando y lamentándose, decían: ¡Ay, ay de la gran ciudad, que con su opulencia enriqueció a cuantos tenían naves en el mar, y en un momento ha sido desolada! (Apocalipsis 18, 19)