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él, en cambio, me ha engañado y me ha mudado el salario diez veces, aunque Dios no le ha permitido hacerme mal. (Génesis 31, 7)
Si él decía: Las reses manchadas serán tu salario, todas las ovejas del rebaño parían corderos manchados; si decía: Las reses rayadas serán tu salario, todas las ovejas parían corderos rayados. (Génesis 31, 8)
Yo soy el Dios de Betel, en donde tú ungiste aquella estela y donde hiciste la promesa. Ahora levántate, sal de esta tierra y vuelve a tu patria". (Génesis 31, 13)
Así he estado veinte años en tu casa; catorce te he servido por tus hijas y seis por tu ganado, y tú me has mudado el salario diez veces. (Génesis 31, 41)
Cuando Jacob continuaba su camino, le salieron al encuentro unos ángeles de Dios. (Génesis 32, 2)
Pues se dijo: "Si Esaú alcanza el primer grupo y lo ataca, el otro que queda podrá salvarse". (Génesis 32, 9)
Salía el sol cuando pasó por Penuel, e iba cojeando del muslo. (Génesis 32, 32)
Jacob, de vuelta de la llanura de Padán Arán, llegó sano y salvo a la ciudad de Siquén, en tierra de Canaán, y acampó delante de ella. (Génesis 33, 18)
Dina, la hija que Lía dio a Jacob, salió a ver a las mujeres del país. (Génesis 34, 1)
Al tercer día, cuando el dolor era más fuerte, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, entraron a mansalva en la ciudad y mataron a todos los varones. (Génesis 34, 25)
Y Dios le dijo: "Yo soy el Dios todopoderoso; sé fecundo y multiplícate. Un pueblo, un conjunto de naciones procederá de ti, y reyes saldrán de tus lomos. (Génesis 35, 11)
Al oír esto, Rubén quiso salvarle de sus manos, y dijo: "¡Matarle, no!". (Génesis 37, 21)