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¿Y no he de castigar todo esto? -dice el Señor-. ¿No me vengaré de una nación como ésta? (Jeremías 5, 29)
Esto dice el Señor: Mirad, un pueblo llega del país del norte, una gran nación se levanta de los confines de la tierra. (Jeremías 6, 22)
Diles: Ésta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios, y que no ha aprendido la lección. ¡La verdad ha muerto, ha desaparecido de su boca! (Jeremías 7, 28)
A veces yo decido, contra una nación o contra un reino, arrancarlo, destruirlo y aniquilarlo; (Jeremías 18, 7)
pero si esa nación, contra la que he hablado, se convierte de su iniquidad, también yo me arrepiento del castigo que iba a ponerle. (Jeremías 18, 8)
Otras veces decido, sobre una nación o un reino, edificarlo y plantarlo; (Jeremías 18, 9)
pero si esa nación comete el mal que yo repruebo en lugar de escuchar mi voz, entonces yo también me arrepiento del bien que había decidido hacerle". (Jeremías 18, 10)
Al cabo de estos setenta años yo castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación -dice el Señor- por sus crímenes, así como al país de los caldeos, y haré de él una desolación eterna. (Jeremías 25, 12)
Y tú anúnciales todas estas palabras y diles: El Señor ruge desde lo alto, desde su santa morada lanza su voz; ruge con fuerza contra su hacienda, lanza el grito de júbilo de los pisadores de la uva contra todos los habitantes de la tierra. (Jeremías 25, 30)
Pero antes la nación y el reino que no se someta a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no ofrezca su cuello al yugo del rey de Babilonia, serán castigados por mí con espada, hambre y peste -dice el Señor-, hasta que los ponga en sus manos. (Jeremías 27, 8)
Pero a la nación que doble el cuello bajo el yugo del rey de Babilonia y se someta a él, yo la dejaré en paz en su tierra -dice el Señor-, la cultivará y vivirá en ella". (Jeremías 27, 11)
¿Por qué tú y tu pueblo queréis exponeros a morir a espada, de hambre y de peste, como ha anunciado el Señor a la nación que se niegue a someterse al rey de Babilonia? (Jeremías 27, 13)