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Porque no recibisteis el espíritu de esclavitud para recaer de nuevo en el temor, sino que recibisteis el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abba! ¡Padre! (Romanos 8, 15)
Como dice en el libro de Oseas: Llamaré al que no es mi pueblo, pueblo mío; y a la no amada, amada. (Romanos 9, 25)
Isaías clama sobre Israel: Aunque el número de los israelitas fuera como la arena del mar, sólo un resto se salvará; (Romanos 9, 27)
Porque: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás y cualquier otro mandamiento, todo se reduce a esto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Romanos 13, 9)
Saludad a María, que tanto ha trabajado entre nosotros. (Romanos 16, 6)
pero para evitar la lujuria, que cada uno tenga su mujer, y cada mujer su marido. (I Corintios 7, 2)
Tanto el marido como la mujer deben cumplir la obligación conyugal. (I Corintios 7, 3)
La mujer no es dueña de su cuerpo, sino el marido; igualmente el marido no es dueño de su cuerpo, sino la mujer. (I Corintios 7, 4)
A los casados les mando (es decir, no yo, sino el Señor) que la mujer no se separe del marido; (I Corintios 7, 10)
y si se separa, que no se case o que se reconcilie con su marido; y que el marido no se divorcie de la mujer. (I Corintios 7, 11)
Pues el marido no creyente queda consagrado a Dios por la mujer cristiana, y la mujer no creyente queda consagrada a Dios por el marido cristiano; de lo contrario, vuestros hijos serían impuros, mientras que ahora pertenecen al pueblo de Dios. (I Corintios 7, 14)
En realidad, ¿cómo vas a saber tú, mujer, si conseguirás salvar a tu marido? ¿Y tú, marido, si conseguirás salvar a tu mujer? (I Corintios 7, 16)