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  • a entablar juicio contra todos y a condenar a todos los criminales por todos los crímenes que cometieron y por todas las blasfemias que estos pecadores pronunciaron contra él. (Judas 1, 15)

  • Son murmuradores, descontentos, que viven conforme a sus pasiones; su boca profiere fanfarronadas, adulando a las personas con vistas a su propio interés. (Judas 1, 16)

  • Pero vosotros, queridos míos, acordaos de las palabras que os predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. (Judas 1, 17)

  • Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y observen su contenido, porque el tiempo está cerca. (Apocalipsis 1, 3)

  • Juan, a las siete Iglesias de Asia: a vosotros la gracia y la paz de parte del que es, el que era y el que viene, y de parte de los siete espíritus que están delante de su trono; (Apocalipsis 1, 4)

  • Miradlo, viene entre nubes; lo verán todos, aun los que lo traspasaron, y se lamentarán sobre él todas las naciones de la tierra. Sí. Amén. (Apocalipsis 1, 7)

  • que decía: "Lo que ves escríbelo en un libro y mándaselo a las siete Iglesias: a Éfeso, a Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea". (Apocalipsis 1, 11)

  • en su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; su cara era como el sol que brilla en todo su esplendor. (Apocalipsis 1, 16)

  • estuve muerto, pero ya estoy vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la muerte y del abismo. (Apocalipsis 1, 18)

  • Éste es el secreto de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candelabros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete Iglesias, y los siete candelabros son las siete Iglesias". (Apocalipsis 1, 20)

  • Escribe al ángel de la Iglesia de Éfeso: Esto es lo que dice el que tiene las siete estrellas, el que camina en medio de los siete candelabros de oro. (Apocalipsis 2, 1)

  • Tienes, sin embargo, a tu favor que odias las obras de los nicolaítas, que yo odio también. (Apocalipsis 2, 6)


“É preciso amar, amar e nada mais”. São Padre Pio de Pietrelcina