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  • Y tras reflexionar, se fue a casa de María, la madre de Juan, apellidado Marcos, donde había muchos reunidos y orando. (Hechos 12, 12)

  • Pedro les hizo señas con la mano de que callasen y contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y añadió: "Comunicádselo a Santiago y a los hermanos". Luego salió y se fue a otro sitio. (Hechos 12, 17)

  • En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores: Bernabé y Simón, apodado el Negro; Lucio de Cirene; Manahén, hermano de leche de Herodes el virrey, y Saulo. (Hechos 13, 1)

  • Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, lleno de admiración por la doctrina del Señor. (Hechos 13, 12)

  • Antes de su venida, Juan había predicado a todo el pueblo de Israel un bautismo de conversión. (Hechos 13, 24)

  • Y que Dios lo ha resucitado de los muertos de forma que no vuelva más a la corrupción, lo había afirmado: Os cumpliré las promesas firmes que hice a David. (Hechos 13, 34)

  • Entonces Pablo y Bernabé dijeron con toda libertad: "A vosotros había que anunciar antes que a nadie la palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y no os juzgáis dignos de la vida eterna, nos vamos a los paganos. (Hechos 13, 46)

  • En Listra había un hombre imposibilitado de los pies, sentado; cojo de nacimiento, jamás había andado. (Hechos 14, 8)

  • La gente, al ver lo que había hecho Pablo, se puso a gritar en licaonio: "Los dioses, en forma humana, han descendido a nosotros". (Hechos 14, 11)

  • Cuando llegaron, reunieron a la Iglesia y contaron todo lo que había hecho Dios por medio de ellos, y cómo había abierto a los paganos la puerta de la fe. (Hechos 14, 27)

  • Al llegar a Jerusalén, fueron acogidos por la Iglesia, los apóstoles y los presbíteros, y entonces contaron todo lo que Dios había hecho con ellos. (Hechos 15, 4)

  • Toda la asamblea guardó silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo, que contaban todos los prodigios y milagros que había hecho Dios entre los paganos por medio de ellos. (Hechos 15, 12)


“Deve-se caminhar em nuvens cada vez que se termina uma confissão!” São Padre Pio de Pietrelcina