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Y me dijo: "Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: ¡Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, estamos perdidos para siempre! (Ezequiel 37, 11)
¡Oh Señor! Somos el más pequeño de los pueblos y estamos humillados en toda la tierra por causa de nuestros pecados. (Daniel 3, 37)
y le dijeron: "Mira, las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te estamos deseando; consiente y acuéstate con nosotros; (Daniel 13, 20)
Aquel día se contará sobre vosotros un proverbio, se cantará una elegía y se dirá: "¡Estamos totalmente arruinados! Se ha vendido la porción de mi pueblo, y nadie ya la restituye. ¡Entre los apóstatas se reparten nuestros campos!". (Miqueas 2, 4)
¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un único Dios? Entonces, ¿por qué estamos unos contra otros, profanando el pacto de nuestros padres? (Malaquías 2, 10)
Al caer el día, se le acercaron sus discípulos y le dijeron: "Estamos en un descampado y ya es muy tarde; despide a la gente para que vayan a las aldeas a comprarse algo de comer". (Mateo 14, 15)
Al caer el día se le acercaron los doce y le dijeron: "Despídelos para que vayan a las aldeas y caseríos del contorno a buscar alojamiento y comida, pues aquí estamos en descampado". (Lucas 9, 12)
Nosotros estamos aquí en justicia, porque recibimos lo que merecen nuestras fechorías; pero éste no ha hecho nada malo". (Lucas 23, 41)
Pero llega la hora, y en ella estamos, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre quiere. (Juan 4, 23)
Y decían a la mujer: "No creemos ya por lo que tú nos has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y estamos convencidos de que éste es de verdad el salvador del mundo". (Juan 4, 42)
Os aseguro que llega la hora, y en ella estamos, en que los muertos escucharán la voz del hijo de Dios, y los que la escuchen vivirán. (Juan 5, 25)
Los judíos le dijeron: "Ahora estamos seguros de que estás endemoniado. Abrahán y los profetas murieron, y tú dices: El que guarde mi palabra nunca morirá. (Juan 8, 52)