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Conozco tus obras: tengo abierta delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, a pesar de tu debilidad, has guardado mi palabra y no has renegado de mí. (Apocalipsis 3, 8)
Los cuatro animales tenían cada uno seis alas, y alrededor y en el interior estaban llenos de ojos. Y repetían sin cesar día y noche: Santo, santo, santo es el Señor, el todopoderoso, el que era, el que es, el que viene. (Apocalipsis 4, 8)
el cielo desapareció como un volumen que se enrolla, y todas las montañas y todas las islas fueron removidas de su sitio. (Apocalipsis 6, 14)
Los demás hombres que no fueron exterminados por estas plagas no se arrepintieron de las obras de sus manos, ni cesaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no podían ni ver, ni oír, ni caminar; (Apocalipsis 9, 20)
Entonces me dijeron: "Es necesario que profetices aún acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes". (Apocalipsis 10, 11)
Huyeron todas las islas, y desaparecieron las montañas. (Apocalipsis 16, 20)
Pero la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta, que con sus prodigios ante la otra bestia había seducido a los que llevaban la marca de la bestia y habían adorado su estatua. Y fueron arrojadas vivas las dos a un estanque de fuego, de azufre ardiente. (Apocalipsis 19, 20)
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido; y el mar ya no existía. (Apocalipsis 21, 1)
Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni pena, porque el primer mundo ha desaparecido". (Apocalipsis 21, 4)