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  • Y aquel mismo día Labán separó los machos cabríos manchados, todas las cabras manchadas, toda res con manchas blancas y todas las ovejas negras, y se las entregó a sus hijos, (Génesis 30, 35)

  • Cuando acabó de dar estas órdenes a sus hijos, recogió sus pies en la cama, entregó su espíritu y se reunió con los suyos. (Génesis 49, 33)

  • Moisés entregó el dinero del rescate a Aarón y a sus hijos, tal como el Señor le había ordenado. (Números 3, 51)

  • Moisés tomó los carros y los bueyes y los entregó a los levitas; (Números 7, 6)

  • El Señor los atendió, y entregó a los cananeos en manos de Israel, que los destruyó a ellos y sus ciudades. Por lo cual fue llamado aquel lugar Jormá. (Números 21, 3)

  • Moisés entregó al sacerdote Eleazar el tributo reservado para el Señor, tal como el Señor había ordenado a Moisés. (Números 31, 41)

  • De esta mitad correspondiente a los israelitas, Moisés tomó el uno por cincuenta en hombres y animales, y se lo entregó a los levitas que se cuidaban del servicio en la morada del Señor, tal como el Señor había ordenado a Moisés. (Números 31, 47)

  • Levantaos, partid y pasad el torrente del Arnón. Yo entrego en tus manos a Sijón, rey de Jesbón, el amorreo, y a su país. (Deuteronomio 2, 24)

  • Éstas son las palabras que el Señor dirigió a toda vuestra comunidad sobre la montaña, en medio de fuego, de nube y de tinieblas, con fuerte voz, sin añadir más. Las escribió sobre dos tablas de piedra, que me entregó. (Deuteronomio 5, 22)

  • Moisés escribió luego esta ley y la entregó a los sacerdotes levitas, que llevaban el arca de la alianza del Señor, y a todos los ancianos de Israel. (Deuteronomio 31, 9)

  • El Señor la entregó también, con su rey, en manos de Israel, que la pasó a filo de espada con todos los que vivían en ella sin dejar un superviviente. Y trató a su rey como había tratado al de Jericó. (Josué 10, 30)

  • El Señor entregó a Laquis en manos de Israel, que la tomó al segundo día, y pasó a filo de espada a todos los que vivían en ella, como había hecho con Libná. (Josué 10, 32)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina