Fundar 9 Resultados para: elegida

  • Roboán, hijo de Salomón, reinó en Judá. Tenía cuarenta y un años cuando subió al trono, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad elegida por el Señor entre todas las tribus de Israel para morada de su nombre. Su madre se llamaba Naamá, la amonita. (I Reyes 14, 21)

  • Y hasta puso la imagen de Aserá en el templo del Señor, del que el Señor había dicho a David y a Salomón, su hijo: "En este templo y en Jerusalén, elegida por mí entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre; (II Reyes 21, 7)

  • Roboán se reafirmó en Jerusalén y continuó su reinado. Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad elegida por el Señor entre todas las tribus de Israel para morada de su nombre. Su madre se llamaba Naamá, la amonita. (II Crónicas 12, 13)

  • Y hasta puso la imagen de Aserá en el templo del Señor, del que Dios había dicho a David y a Salomón, su hijo: "En este templo y en Jerusalén, elegida por mí entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre; (II Crónicas 33, 7)

  • Cuando yo era joven y me encontraba en la tierra de Israel, toda la tribu de nuestro padre Neftalí se había separado de la dinastía de David y de Jerusalén, ciudad elegida entre todas las tribus de Israel para ofrecer sacrificios, pues allí se había construido y consagrado para siempre el templo, morada de Dios. (Tobías 1, 4)

  • Y decís: "¿Por qué?". Porque el Señor es testigo entre ti y la esposa de tu juventud, a la que tú fuiste infiel, siendo así que ella era tu compañera, tu elegida. (Malaquías 2, 14)

  • Os saluda la iglesia de Babilonia, elegida por Dios lo mismo que vosotros y Marcos, mi hijo. (I Pedro 5, 13)

  • Yo, el presbítero, a la señora elegida y a sus hijos, que amo de verdad -no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad-, (II Juan 1, 1)

  • Te saludan los hijos de tu hermana elegida. (II Juan 1, 13)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina