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Los dientes de las fieras, los escorpiones, las víboras, la espada vengadora son para exterminio de los malvados. (Eclesiástico 39, 30)
según la multitud de tu misericordia y la grandeza de tu nombre, del rechinar de dientes prestos a devorar, de la mano de los que acechaban mi vida, de las muchas tribulaciones que padecí; (Eclesiástico 51, 3)
Mira, yo te convierto en trillo nuevo, de doble hilera de dientes; trillarás los montes, los pulverizarás, reducirás a paja las colinas. (Isaías 41, 15)
En aquellos días no se dirá ya: "Los padres comieron agraces, y los dientes de los hijos sufren la dentera", (Jeremías 31, 29)
Abren su boca contra ti todos tus enemigos, silban, rechinan sus dientes, dicen: "¡La hemos tragado! Éste es el día que esperábamos, ¡ya lo tocamos, ya lo vemos!". (Lamentaciones 2, 16)
Me ha roto los dientes con guijarro, me ha alimentado de ceniza. (Lamentaciones 3, 16)
"¿Por qué circula entre vosotros este refrán en el país de Israel: Los padres comieron el agraz y los dientes de los hijos tienen la dentera? (Ezequiel 18, 2)
Después de ésta apareció otra bestia, la segunda, semejante a un oso; iba levantada de un lado y tenía tres costillas en las fauces entre sus dientes; y le dijeron: ¡Ea, devora mucha carne! (Daniel 7, 5)
A continuación, y siempre en mi visión nocturna, vi una cuarta bestia terrible, espantosa, extraordinariamente fuerte. Tenía enormes dientes de hierro, comía y trituraba, y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas; era diferente de todas las otras bestias que la habían precedido y tenía diez cuernos. (Daniel 7, 7)
Entonces quise saber la verdad sobre la cuarta bestia, que era diferente de las otras, extraordinariamente terrible, con dientes de hierro y uñas de bronce, que comía y trituraba y lo sobrante lo pisoteaba con sus patas. (Daniel 7, 19)
Porque un pueblo ataca a mi país, poderoso e innumerable; dientes de león son sus dientes, y tiene muelas de leona. (Joel 1, 6)
Esto dice el Señor sobre los profetas que engañan a mi pueblo; cuando tienen algo que masticar entre sus dientes, entonces gritan: "¡Paz!", pero a quien no les pone nada en la boca le declaran la guerra. (Miqueas 3, 5)