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  • Navegamos despacio durante varios días, y a duras penas llegamos frente a Gnido. El viento no nos permitió aproximarnos, y fuimos costeando Creta por el cabo Salmón; (Hechos 27, 7)

  • Durante muchos días no aparecieron ni el sol ni las estrellas, y teníamos encima una tempestad tan fuerte, que perdimos toda esperanza de poder salvarnos. (Hechos 27, 20)

  • A los catorce días de andar a la deriva por el Adriático, hacia la medianoche los marineros sospecharon la proximidad de tierra. (Hechos 27, 27)

  • Mientras esperaban a que se hiciera de día, Pablo instaba a todos a que comiesen, diciéndoles: "Lleváis ya catorce días esperando, en ayunas, sin comer nada; (Hechos 27, 33)

  • Cerca de allí tenía una finca el principal de la isla, llamado Publio, el cual nos acogió durante tres días con afectuosa hospitalidad. (Hechos 28, 7)

  • Arribamos a Siracusa y nos detuvimos tres días; (Hechos 28, 12)

  • desde allí, costeando, fuimos a Regio. Al día siguiente se levantó el viento del sur, y dos días después llegamos a Pozzuoli, (Hechos 28, 13)

  • A los tres días Pablo convocó a los judíos principales; y, cuando estaban reunidos, les dijo: "Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo o las costumbres de nuestros padres, he sido encarcelado en Jerusalén y entregado en manos de los romanos; (Hechos 28, 17)

  • Uno distingue un día de otro día, otro juzga todos los días iguales; cada uno proceda según su propia opinión. (Romanos 14, 5)

  • El que celebra determinados días lo hace para honrar al Señor, y el que come de todo lo hace en honor del Señor, pues al comer da gracias a Dios; y el que no come de todo lo hace en honor del Señor, pues también da gracias a Dios. (Romanos 14, 6)

  • Hermanos, os aseguro que todos los días estoy al borde de la muerte, y que vosotros sois mi gloria en Cristo Jesús, Señor nuestro. (I Corintios 15, 31)

  • golpes, cárceles, motines, fatigas, noches sin dormir y días sin comer, (II Corintios 6, 5)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina