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Empalizada en lugar alto no resiste al viento; así el corazón medroso por sus pensamientos necios no puede resistir el temor. (Eclesiástico 22, 18)
La posteridad conocerá que nada hay mejor que el temor del Señor, y nada más dulce que guardar sus preceptos. (Eclesiástico 23, 27)
La rica experiencia es la corona del anciano, y su gloria el temor del Señor. (Eclesiástico 25, 6)
El temor del Señor sobrepasa a todo. El que lo posee, ¿a quién será comparado? (Eclesiástico 25, 11)
Si al temor del Señor no te atienes firmemente, pronto tu casa será destruida. (Eclesiástico 27, 3)
El hombre juicioso no desprecia los avisos; el orgulloso y petulante no conoce el temor. (Eclesiástico 32, 18)
Ten piedad de nosotros, oh Dios del universo, míranos y derrama tu temor sobre todas las gentes. (Eclesiástico 36, 1)
El objeto de sus reflexiones y el temor de su corazón es la espera ansiosa del día de la muerte. (Eclesiástico 40, 2)
desde el que lleva púrpura y corona hasta el que se viste de burdo paño están sujetos a cólera, envidia, turbación, terror, temor de la muerte, rivalidades y querellas. (Eclesiástico 40, 4)
Riquezas y fuerza levantan el corazón; pero más que ambos, el temor del Señor; porque con el temor del Señor nada falta, y con él no hay por qué buscar auxilio. (Eclesiástico 40, 26)
El temor del Señor es como un paraíso de bendiciones, y mejor que toda gloria él protege. (Eclesiástico 40, 27)
Y Fineés, el hijo de Eleazar, fue el tercero en dignidad, por haber mostrado celo en el temor del Señor y haberse mantenido firme cuando la revuelta del pueblo con noble coraje; él fue quien obtuvo así el perdón para Israel. (Eclesiástico 45, 23)
