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Su compañero le contestó: "Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, de Israel. Dios ha entregado en su mano a los madianitas y a todo el campamento". (Jueces 7, 14)
Entonces Manóaj oró así al Señor: "Te suplico, Señor mío, que el hombre de Dios que enviaste vuelva otra vez y nos diga lo que debemos hacer con el niño que va a nacer". (Jueces 13, 8)
Dios escuchó la súplica de Manóaj, y el ángel del Señor se apareció otra vez a la mujer cuando estaba en el campo; no estaba con ella su marido. (Jueces 13, 9)
Sansón palpó las dos columnas centrales sobre las que descansaba el edificio, e hizo fuerza sobre ellas, sobre una con la mano derecha y sobre la otra con la mano izquierda. (Jueces 16, 29)
y Fineés, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba a su servicio. Ellos preguntaron: "¿Saldremos otra vez a luchar contra nuestros hermanos de Benjamín, o nos damos por vencidos?". El Señor contestó: "Id, porque mañana los entregaré en vuestras manos". (Jueces 20, 28)
que se casaron con dos moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut. (Rut 1, 4)
Tenía dos mujeres: una llamada Ana, y la otra, Peniná. Peniná tenía hijos; Ana no los tenía. (I Samuel 1, 2)
otra el camino de Bejorón, y la tercera el camino del alto que domina el valle de Seboín, hacia el desierto. (I Samuel 13, 18)
Al día siguiente de la nueva luna, otra vez quedó vacío el sitio de David. Y Saúl preguntó a su hijo Jonatán: "¿Por qué no ha venido a comer el hijo de Jesé ni ayer ni hoy?". (I Samuel 20, 27)
El sacerdote respondió: "La espada de Goliat, el filisteo, a quien mataste en el valle del Terebinto; ahí está envuelta en un paño detrás del efod. Si quieres, puedes llevártela, porque aquí no hay más que ésa". David respondió: "Dámela; no hay otra como ella". (I Samuel 21, 10)
Todo el mundo vino a invitar a David para que comiera algo, pues todavía era de día; pero David hizo este juramento: "Que Dios me castigue si como pan o cualquier otra cosa antes de ponerse el sol". (II Samuel 3, 35)
Hubo otra batalla en Gob contra los filisteos, en la que Sibecay, el jusatita, mató a Saf, un descendiente de los gigantes. (II Samuel 21, 18)