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Absalón le decía: "Mira, tu causa es buena y justa; pero no hay quien te escuche de parte del rey". (II Samuel 15, 3)
El rey dijo al sacerdote Sadoc: "Mira, tú y Abiatar volved en paz a la ciudad. Y que vuelva con vosotros Ajimás, tu hijo, y Jonatán, hijo de Abiatar; (II Samuel 15, 27)
Mira, están allí con ellos sus dos hijos: Ajimás, hijo de Sadoc, y Jonatán, hijo de Abiatar. Por medio de ellos me comunicaréis todo lo que sepáis". (II Samuel 15, 36)
No es eso, sino que un hombre de la montaña de Efraín, llamado Sebá, hijo de Bicrí, ha levantado su mano contra el rey David. Entregádmelo a él solo, y yo me alejaré de la ciudad". La mujer le dijo: "Mira, te tiraremos su cabeza por encima de la muralla". (II Samuel 20, 21)
Ornán dijo a David: "Tómela mi señor, el rey, y ofrezca en ella lo que le agrade. Mira, ahí están los bueyes para el holocausto; los trillos y el yugo servirán de leña. (II Samuel 24, 22)
Los israelitas, al ver que el rey no les había hecho caso, le replicaron: "¿Qué tenemos que ver nosotros con David? ¡No tenemos ninguna heredad en común con el hijo de Jesé! ¡Cada uno a sus casas, Israel! Mira tú ahora por tu casa, David". Y los israelitas se fueron a sus casas. (I Reyes 12, 16)
Elías tomó al niño, lo bajó del aposento superior de la casa y lo entregó a su madre, diciendo: "¡Mira, tu hijo está vivo!". (I Reyes 17, 23)
Y dijo a su criado: "Sube y mira en dirección del mar". Subió, miró y dijo: "No hay nada". Le dijo: "Sube hasta siete veces". (I Reyes 18, 43)
Un profeta se acercó a Ajab, rey de Israel, y dijo: "Esto dice el Señor: ¿Ves toda esa inmensa multitud? Pues mira, yo la voy a poner hoy en tus manos para que sepas que yo soy el Señor". (I Reyes 20, 13)
Sus súbditos le dijeron: "Mira, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes; deja que nos pongamos sayales en los lomos y sogas al cuello y salgamos ante el rey de Israel. ¡Quién sabe si nos perdonará la vida!". (I Reyes 20, 31)
El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo: "Mira que los profetas, todos a una, profetizan éxito al rey: haz tú como ellos, y profetiza el triunfo". (I Reyes 22, 13)
Luego le dijeron: "Mira, entre tus siervos hay cincuenta hombres robustos. Que vayan y busquen a tu amo, no sea que le haya arrebatado el espíritu del Señor y le haya arrojado en algún monte o en algún valle". Pero él dijo: "No los mandéis". (II Reyes 2, 16)