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E igual el herrero sentado junto al yunque, que examina el hierro bruto; el ardor del fuego enrojece su carne, y en el calor de la fragua se revuelve. El ruido del martillo ensordece sus oídos, y sus ojos están fijos en el modelo. Pone toda su atención en acabar bien su obra y su desvelo en adornarla perfectamente. (Eclesiástico 38, 28)
Pero él, lleno del Espíritu Santo, con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios, (Hechos 7, 55)
