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  • Abisay, hermano de Joab, era jefe de los treinta. Él fue quien blandió su lanza contra trescientos, los mató y adquirió fama entre los treinta. (I Crónicas 11, 20)

  • La fama de David se extendió por toda la región, y el Señor hizo que todos los pueblos le tuvieran miedo. (I Crónicas 14, 17)

  • Dios dijo a Salomón: "Puesto que éste ha sido tu deseo y no has pedido ni riquezas, ni hacienda, ni fama, ni siquiera larga vida, sino que has pedido sabiduría e inteligencia para gobernar a mi pueblo, sobre el que te he constituido rey, (II Crónicas 1, 11)

  • te concedo la sabiduría y la inteligencia. Pero te daré también riquezas, hacienda y fama como no las tuvieron los reyes que te han precedido, ni las tendrán los que vengan detrás de ti". (II Crónicas 1, 12)

  • También al extranjero, que no es de tu pueblo Israel, si viene de tierras lejanas atraído por la fama de tu nombre, la fuerza de tu mano y el poder de tu brazo a orar en este templo, (II Crónicas 6, 32)

  • La reina de Sabá tuvo conocimiento de la fama de Salomón, y fue a Jerusalén para ponerlo a prueba con enigmas. Iba revestida de poderío y seguida de una gran caravana de camellos cargados de aromas, oro en abundancia y piedras preciosas. Se presentó a Salomón y le planteó todo lo que pensaba. (II Crónicas 9, 1)

  • Yo no lo quería creer hasta que he venido y lo he visto con mis propios ojos; pero reconozco que no se me había dicho ni la mitad. Tu sabiduría y tu grandeza sobrepasan con mucho la fama que había llegado a mis oídos. (II Crónicas 9, 6)

  • El Señor consolidó el reino en sus manos; todo Judá le pagaba tributo a Josafat, que llegó a tener muchas riquezas y gran fama. (II Crónicas 17, 5)

  • Josafat llegó a tener muchas riquezas y mucha fama, y emparentó con Ajab, (II Crónicas 18, 1)

  • Los amonitas pagaron tributo a Ozías, y su fama se extendió hasta las fronteras de Egipto, porque había llegado a ser poderosísimo. (II Crónicas 26, 8)

  • Sus técnicos construyeron en Jerusalén máquinas lanzaflechas y lanzapiedras, que puso en las torres y en los ángulos de las murallas. Con la ayuda milagrosa de Dios, su poder y su fama fueron muy grandes. (II Crónicas 26, 15)

  • Su fama crecía cada día hasta que se hizo vieja en casa de su marido Manasés; llegó a la edad de ciento cinco años. Dio la libertad a su esclava y murió en Betulia. La enterraron en el sepulcro de su marido Manasés. (Judit 16, 23)


“Todas as graças que pedimos no nome de Jesus são concedidas pelo Pai eterno.” São Padre Pio de Pietrelcina