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Llevados de la avaricia, os explotarán con palabras llenas de falsedad; hace mucho tiempo que la condenación los amenaza y su ruina no duerme. (II Pedro 2, 3)
no perdonó al mundo antiguo, sino que, reservándose sólo ocho personas, entre las cuales Noé, como heraldo de justicia, desencadenó el diluvio sobre el mundo de los que practicaban la injusticia; (II Pedro 2, 5)
condenó a la destrucción y redujo a cenizas las ciudades de Sodoma y Gomorra para que sirviesen de ejemplo a todos los que en el futuro practicaran la injusticia, (II Pedro 2, 6)
Éstos son fuentes sin agua, nubes azotadas por el viento, a quienes les aguardan densas tinieblas. (II Pedro 2, 17)
Porque se han infiltrado entre vosotros algunos hombres, destinados desde antiguo a caer en la condenación, gente malvada que han convertido en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a nuestro único dueño y Señor, Jesucristo. (Judas 1, 4)
a entablar juicio contra todos y a condenar a todos los criminales por todos los crímenes que cometieron y por todas las blasfemias que estos pecadores pronunciaron contra él. (Judas 1, 15)
Pero se les ordenó que no hicieran daño a la hierba, al verde y a los árboles, sino solamente a los hombres que no tuvieran la señal de Dios en la frente; (Apocalipsis 9, 4)
la cual decía al sexto ángel, que tenía la trompeta: "Suelta sobre el río Éufrates a los cuatro ángeles que están encadenados". (Apocalipsis 9, 14)
El dragón se irritó contra la mujer, y se fue a hacer la guerra al resto de su descendencia, a los que guardan los mandamientos de Dios y son fieles testigos de Jesús. (Apocalipsis 12, 17)
por eso en un solo día lloverán sobre ella las plagas, la muerte, el duelo y el hambre; ella será consumida por el fuego, porque es un poderoso señor el Dios que la ha condenado. (Apocalipsis 18, 8)
Alégrate sobre ella, ¡oh cielo!; y vosotros, santos, apóstoles y profetas, porque Dios, al condenarla, ha vengado vuestra causa. (Apocalipsis 18, 20)
Vi un ángel que bajaba del cielo; tenía en la mano la llave del abismo y una gran cadena. (Apocalipsis 20, 1)