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  • No volveremos a nuestras casas hasta que los israelitas se posesionen cada uno de su herencia. (Números 32, 18)

  • Nuestros hijos, nuestras mujeres, nuestros rebaños y todo nuestro ganado, se quedarán aquí en las ciudades de Galaad. (Números 32, 26)

  • Si resulta que se casan con alguno de otra tribu israelita, será arrancada su parte de la herencia de nuestras familias. Aumentará entonces la herencia de la tribu a la que vayan a pertenecer, y se reducirá la herencia que nos tocó en suerte. (Números 36, 3)

  • Yahveh nuestro Dios entregó en nuestras manos también a Og, rey de Basán, con todo su pueblo. Le batimos hasta no dejarle ni un superviviente. (Deuteronomio 3, 3)

  • Y pronunciarán estas palabras: «Nuestras manos no han derramado esa sangre y nuestros ojos no han visto nada. (Deuteronomio 21, 7)

  • Nosotros clamanos a Yahveh Dios de nuestros padres, y Yahveh escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, (Deuteronomio 26, 7)

  • que respetaréis la vida de mi padre y de mi madre, de mis hermanos y hermanas, y de todos los suyos, y que libraréis nuestras vidas de la muerte.» (Josué 2, 13)

  • Si alguno sale fuera de las puertas de tu casa, caiga su sangre sobre su cabeza. Nosotros seremos inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo en casa, caiga sobre nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre ellos. (Josué 2, 19)

  • Dijeron a Josué: «Cierto que Yahveh ha puesto en nuestras manos todo el país; todos los habitantes del país tiemblan ya ante nosotros.» (Josué 2, 24)

  • Este nuestro pan estaba caliente cuando hicimos provisión de él en nuestras casas para el viaje, el día en que partimos para venir a vuestro encuentro: miradlo ahora duro y desmigado. (Josué 9, 12)

  • Estos odres de vino, que eran nuevos cuando los llenamos, se han roto; nuestras sandalias y nuestros vestidos están gastados por lo largo del camino.» (Josué 9, 13)

  • Le respondieron a Josué: «Es que tus siervos estaban bien enterados de la orden que había dado Yahveh tu Dios a Moisés su siervo, de entregaros todo este país y exterminar delante de vosotros a todos sus habitantes. Temimos mucho por nuestras vidas a vuestra llegada y por eso hemos hecho esto. (Josué 9, 24)


“O Anjo de Deus não nos abandona jamais.” São Padre Pio de Pietrelcina