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  • Y tú, hijo de hombre, profetiza sobre las montañas de Israel. Tú dirás: ¡Montañas de Israel, escuchen la palabra del Señor! (Ezequiel 36, 1)

  • Por eso, montañas de Israel, escuchen la palabra del Señor: Así habla el Señor a las montañas, a las colinas, a los cauces de los torrentes y a los valles, a las ruinas desiertas y a las ciudades abandonadas, que han sido saqueadas y escarnecidas por el resto de las naciones vecinas. (Ezequiel 36, 4)

  • Él me dijo: "Profetiza sobre estos huesos, diciéndoles: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. (Ezequiel 37, 4)

  • Apenas escuchen el sonido de la trompeta, el pífano, la cítara, la sambuca, el laúd, la cornamusa y de toda clase de instrumentos, ustedes deberán postrarse y adorar la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor. (Daniel 3, 5)

  • Escuchen la palabra del Señor, israelitas, porque el Señor tiene un pleito con los habitantes del país: ya no hay fidelidad, ni amor, ni conocimiento de Dios en el país. (Oseas 4, 1)

  • ¡Escuchen esto, sacerdotes, presta atención, casa de Israel, atiende, casa del rey, porque el juicio es con ustedes! Sí, ustedes han sido una trampa en Mispá y una red tendida sobre el Tabor. (Oseas 5, 1)

  • ¡Escuchen esto, ancianos, presten atención, todos los habitantes del país! ¿Sucedió algo así en los días de ustedes o en los días de sus padres? (Joel 1, 2)

  • Escuchen esta palabra que el Señor pronuncia contra ustedes, israelitas, contra toda la familia que yo hice subir del país de Egipto: (Amós 3, 1)

  • Escuchen y atestigüen contra la casa de Jacob -oráculo del Señor de los ejércitos-: (Amós 3, 13)

  • Escuchen esta palabra, vacas de Basán, que están sobre las montañas de Samaría, ustedes, que oprimen a los débiles, maltratan a los indigentes y dicen a sus maridos: "¡Trae de beber!". (Amós 4, 1)

  • Escuchen esta palabra que yo pronuncio contra ustedes, es un canto fúnebre, casa de Israel: (Amós 5, 1)

  • Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. (Amós 8, 4)


“Não há nada mais inaceitável do que uma mulher caprichosa, frívola e arrogante, especialmente se é casada. Uma esposa cristã deve ser uma mulher de profunda piedade em relação a Deus, um anjo de paz na família, digna e agradável em relação ao próximo.” São Padre Pio de Pietrelcina