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El sacerdote Eleazar recogerá con el dedo un poco de sangre y hará siete aspersiones hacia la Carpa del Encuentro. (Números 19, 4)
Moisés y Aarón, apartándose de la asamblea, fueron a la entrada de la Carpa del Encuentro y cayeron con el rostro en tierra. Entonces se les apareció la gloria del Señor, (Números 20, 6)
Cuando reanudaron la marcha y avanzaron en dirección a Basán, Og, rey de Basán, les salió al encuentro con todas sus tropas, para presentarles batalla en Edrei. (Números 21, 33)
Precisamente entonces, llegó un israelita trayendo una mujer madianita adonde estaban sus hermanos, a la vista de Moisés y de todos los israelitas, que lloraban a la entrada de la Carpa del Encuentro. (Números 25, 6)
Ellas se presentaron delante de Moisés, del sacerdote Eleazar, de los jefes y de toda la comunidad, a la entrada de la Carpa del Encuentro, y les dijeron: (Números 27, 2)
Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los oficiales, y lo llevaron a la Carpa del Encuentro, como memorial de los israelitas delante del Señor. (Números 31, 54)
Entonces los amorreos que habitan en esa montaña les salieron al encuentro, los persiguieron como abejas, y los derrotaron en la región de Seír hasta llegar a Jormá. (Deuteronomio 1, 44)
como el encuentro se produjo en el campo, tal vez la joven pidió auxilio, pero no había nadie que la socorriera. (Deuteronomio 22, 27)
Al llegar a este lugar, Sijón, rey de Jesbón, y Og, rey de Basán, nos salieron al encuentro para combatir, pero nosotros los derrotamos. (Deuteronomio 29, 6)
Entonces el Señor dijo a Moisés: "Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Josué y preséntense en la Carpa del Encuentro para que les dé mis instrucciones". Moisés y Josué se presentaron, (Deuteronomio 31, 14)
Por eso nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestro país nos dijeron: ‘Provéanse de víveres para el camino, vayan a su encuentro y díganles: somos sus servidores, hagan por lo tanto una alianza con nosotros’. (Josué 9, 11)
Este es nuestro pan: todavía estaba caliente cuando nos proveímos de él en nuestras casas, el día en que salimos al encuentro de ustedes; ahora está reseco y convertido en migajas. (Josué 9, 12)