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Entonces los cinco hombres que habían ido a explorar la tierra tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos: «No saben lo que hay en una de estas casas: un mueble para sacar la suerte, unos idolitos y una estatua de madera cubierta de metal. Consideren, pues, lo que tienen que hacer.» (Jueces 18, 14)
Esta mujer lo engañó y luego volvió a la casa de su padre, en Belén de Judá, donde permaneció unos cuatro meses. (Jueces 19, 2)
Los hijos de Helí eran unos pillos que no se preocupaban de Yavé ni de comportarse como sacerdotes frente al pueblo. (1 Samuel 2, 12)
Saúl les pasó revista en Bezar: eran unos trescientos mil los de Israel y treinta mil los de Judá. (1 Samuel 11, 8)
Cuando los israelitas se vieron en peligro, la gente empezó a huir: unos se escondían en las cavernas, en los subterráneos o entre las rocas; otros se metían en las criptas o en los pozos. (1 Samuel 13, 6)
Saúl pasó revista a la gente que tenía con él: había unos seiscientos hombres. (1 Samuel 13, 16)
Este acampaba en las cercanías de Guibea, bajo el granado que está cerca de la era, y estaban con él unos seiscientos hombres. (1 Samuel 14, 2)
Este fue el primer destrozo en que Jonatán y su escudero mataron como unos veinte hombres en un espacio como de la mitad de un surco. (1 Samuel 14, 14)
por eso Saúl dijo al sacerdote: «Retira tu mano.» Saúl reunió a toda su tropa y se dirigieron al campo de batalla; allí vieron que la confusión era total y que unos y otros se herían con sus espadas. (1 Samuel 14, 20)
Avisaron a Saúl: «El pueblo está pecando contra Yavé, al comer al lado de la sangre.» Saúl dijo: «Ustedes son unos traidores: traigan rodando hasta aquí una piedra grande.» (1 Samuel 14, 33)
Saúl, pues, envió unos soldados para que lo tomaran preso. Ellos vieron a la comunidad de los profetas «profetizando»; es decir, que estaban en trance, con Samuel al frente de ellos. Entonces el espíritu de Yavé se apoderó de los soldados, que también empezaron a profetizar. (1 Samuel 19, 20)
Todos los que se encontraban en apuros, o tenían deudas, o estaban descontentos, se unieron a él y lo eligieron su jefe. Juntó unos cuatrocientos hombres bajo su mando. (1 Samuel 22, 2)