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Pero, si tu corazón se desvía y no escuchas, sino que te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses para servirlos, (Deuteronomio 30, 17)
Sacrificaron, no a Dios, sino a demonios. a dioses que no eran suyos, dioses nuevos, recién llegados, a los que nunca veneraron sus padres. (Deuteronomio 32, 17)
Israel ya no hará frente a sus enemigos, sino que huirá de ellos, pues ha llegado a ser anatema. Yo no estaré más con ellos hasta que hayan expulsado de entre ustedes esta maldición. (Josué 7, 12)
Josué incendió la ciudad y no dejó sino ruinas; este lugar ha quedado así hasta el día de hoy. (Josué 8, 28)
Los gabaonitas mandaron a decir a Josué al campamento de Guilgal: «No nos dejes solos, sino que ven hasta nosotros y ayúdanos, pues todos los reyes amorreos que habitan en la montaña se unieron en contra nuestra.» (Josué 10, 6)
De esta forma Josué conquistó toda la parte de los cerros, el desierto de Negueb, el llano y las pendientes con sus reyes. No dejó ningún sobreviviente, sino que consagró en anatema a todo ser viviente, según Yavé lo había ordenado. (Josué 10, 40)
al lado oriental del Jordán. Por otra parte los levitas no recibieron herencia, pero en lugar de ellos, los hijos de José formaban dos tribus: Manasés y Efraím. Los levitas no tuvieron tierras sino algunas ciudades para vivir y el campo alrededor para mantener a sus bestias y ganados. (Josué 14, 4)
Selofjad, hijo de Jefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tenía hijos, sino solamente hijas, cuyos nombres son: Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá. (Josué 17, 3)
Entonces dijo Josué a la gente de José, a los hombres de Efraím y Manasés: «Ustedes son un pueblo numeroso y valiente; no tendrán esta sola parte sino que subirán a las montañas y las desmontarán y limpiarán. (Josué 17, 17)
sino como una prueba entre nosotros y ustedes, entre nuestra descendencia y la de ustedes, de que somos también servidores de Yavé y tenemos derecho a ofrecer holocaustos y víctimas pacíficas; lo hicimos para que los hijos de ustedes no puedan decir a los nuestros: Ustedes no tienen parte con Yavé. (Josué 22, 27)
Y si lo dijeran, nuestros hijos podrían responder: Reconozcan por su forma el altar de Yavé que levantaron nuestros padres, no para ofrecer holocaustos o sacrificios, sino como señal de comunión entre nosotros. (Josué 22, 28)
sepan que Yavé no seguirá arrojando delante de ustedes a esos pueblos, sino que serán para ustedes un lazo y una trampa, un látigo en sus costados y espinas en sus ojos, hasta que hayan desaparecido de esta espléndida tierra que les ha dado Yavé, nuestro Dios. (Josué 23, 13)