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y fue a presentar el regalo a Eglón, rey de Moab. Este Eglón era un hombre muy gordo. (Jueces 3, 17)
Sísara le dijo: «Quédate a la entrada y, si alguien te pregunta, dile que no hay nadie contigo.» Sísara, que estaba muy cansado, se quedó dormido. (Jueces 4, 20)
y la mano de Madián se les hizo muy pesada. A causa de Madián, los israelitas se hicieron los escondites que hay en los cerros, las cavernas y los refugios. (Jueces 6, 2)
Dijo a Jeter, su hijo mayor: «¡Animo, mátalos!» Pero el muchacho no desenvainó la espada; no se atrevió porque era muy joven todavía; (Jueces 8, 20)
Luego el espíritu de Yavé lo tomó: bajó a Ascalón y mató allí a treinta hombres. Tomó sus despojos y entregó las mudas a los que habían acertado la adivinanza; luego, muy enojado, subió a la casa de su padre. (Jueces 14, 19)
Cuando llegaban cerca de Jebús, que es ahora Jerusalén, ya era muy tarde. Así que el muchacho dijo a su patrón: «No caminemos más y entremos en la ciudad de los jebuseos para pasar allí la noche.» (Jueces 19, 11)
Noemí tenía, por parte de su marido, un pariente muy rico llamado Booz. (Rut 2, 1)
Noemí le respondió: «Muy bien, hija mía, quédate con sus trabajadores, pues así no tendrás que pasar malos ratos si vas a otra parte.» (Rut 2, 22)
Booz, después de una cena bien regada, se fue a acostar muy alegre junto a la parva. Ella, por su parte, caminando despacito, destapó sus pies y se acostó. (Rut 3, 7)
Yo he creído conveniente avisarte de esto para que tú la compres en presencia de todos estos testigos. Si tú quieres cumplir con tu obligación de rescatarla, hazlo; si no, dímelo, porque después de ti me toca a mí cumplirlo.» El otro contestó: «Muy bien, la voy a rescatar.» (Rut 4, 4)
Se levantaron muy temprano y, después de haber adorado a Yavé, partieron de vuelta a su casa, en Ramá. Elcaná tuvo relaciones con su esposa Ana, y Yavé se acordó de ella y de su oración. (1 Samuel 1, 19)
El pecado de estos jóvenes era, pues, muy grande a los ojos de Yavé, ya que trataban sin respeto las ofrendas a Yavé. (1 Samuel 2, 17)