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Jabés invocó al Dios de Israel, exclamando: «Si de verdad me bendices, se ensancharán mis términos, tu mano estará conmigo y alejarás el mal para que no padezca aflicción.» Y le concedió Dios lo que pedía. (1 Crónicas 4, 10)
Allí erigió un altar a Yavé y ofreció víctimas quemadas y sacrificios de comunión e invocó a Yavé, el cual le respondió con fuego del cielo que cayó sobre el altar del holocausto. (1 Crónicas 21, 26)
Asá invocó a Yavé su Dios, y dijo: «Oh Yavé, puedes ayudar al desvalido como al poderoso. ¡Ayúdanos, pues, Yavé Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos, en tu nombre marchamos contra esta inmensa muchedumbre! Yavé, tú eres nuestro Dios: ¡No prevalezca contra ti hombre alguno!» (2 Crónicas 14, 10)
Cuando los jefes de los carros de guerra vieron a Josafat, pensaron que era el rey de Israel y lo rodearon para cargar contra él. Pero Josafat invocó a gritos a Yavé y éste lo socorrió y los alejó de él. (2 Crónicas 18, 31)
Estando así deslumbrante de belleza, invocó a Dios, que cuida de todos y los salva. (Ester 15, 5)
Invoco al Señor que es digno de alabanzas, y me veo libre de mis enemigos. (Salmos 18, 4)
No me escondas tu cara en el día de mi desgracia, vuelve tus oídos hacia mí el día que te invoco, apresúrate en responderme. (Salmos 102, 3)
Te invoco, Señor, con todo el corazón, respóndeme, pues quiero observar tus preceptos. (Salmos 119, 145)
Entonces el Macabeo contempló la muchedumbre que tenía delante y que los combatía con tantas armas diversas, con el apoyo de feroces elefantes; levantó las manos al cielo e invocó al Señor que obra prodigios, pues bien sabía que da la victoria a los que la merecen y que ésta no depende de las armas, sino de la voluntad de Dios. (2 Macabeos 15, 21)
Invocó al Altísimo, al Poderoso, cuando sus enemigos lo atacaban por todas partes, y el Amo supremo lo escuchó haciendo llover tremendos granizos. (Sirácides (Eclesiástico) 46, 5)
Cuando el enemigo lo presionaba por todas partes, invocó al Señor poderoso y le sacrificó un corderito. (Sirácides (Eclesiástico) 46, 16)