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  • Por eso han caído a espada nuestros padres; y nuestros hijos, hijas y mujeres han sido llevados presos. (2 Crónicas 29, 9)

  • Y Yavé envió un ángel que exterminó a todos los mejores guerreros de su ejército, a los príncipes y a los jefes que había en el campamento del rey de Asur. Este volvió a su tierra con gran vergüenza y al entrar a la casa de su dios, allí mismo, sus propios hijos lo mataron a espada. (2 Crónicas 32, 21)

  • Entonces hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a los mejores hasta dentro de su santuario, sin perdonar a joven ni a virgen, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios en su mano. (2 Crónicas 36, 17)

  • Y a los que escaparon de la espada, los llevó prisioneros a Babilonia, donde fueron esclavos de él y de sus hijos hasta que se estableciera el reino de los persas. (2 Crónicas 36, 20)

  • Desde los días de nuestros padres hasta hoy hemos sido muy culpables; por nuestros crímenes fuimos entregados, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes, en manos de los reyes extranjeros; fuimos destinados a la espada, a la cautividad, al saqueo; anduvimos avergonzados, al igual que hoy. (Esdras 9, 7)

  • y los constructores llevaban una espada colgada a la cintura. Había un corneta junto a mí, para tocar el cuerno. (Nehemías 4, 12)

  • Entonces, la espada de mis soldados y la lanza de la multitud de mis servidores traspasará tu cuerpo; cuando yo vuelva del combate tú estarás reunido con los muertos de Israel. (Judit 6, 6)

  • Hombres, mujeres y niños, desfallecidos por el hambre, caerán en las plazas antes de que intervengas con la espada. (Judit 7, 14)

  • por lo cual, en castigo, nuestros padres fueron entregados a la espada y al saqueo, y murieron en forma desastrosa ante sus enemigos. (Judit 8, 19)

  • «Señor, Dios de mi padre Simeón, a él le diste una espada para castigar a aquellos extranjeros que violaron a una virgen ultrajándola, que desnudaron su cuerpo para su propia vergüenza y que profanaron su seno para su propia deshonra. Ellos hicieron eso, aunque tú dijiste: (Judit 9, 2)

  • Tampoco habría levantado mi espada contra tu pueblo de montañeses si no me hubieran despreciado; (Judit 11, 2)

  • Ahora, poderoso señor, no desprecies sus palabras; tenlas bien presentes, que son verdaderas. Nuestro pueblo no será vencido, ni la espada podrá contra ellos si no han pecado contra su Dios. (Judit 11, 10)


“Mesmo a menor transgressão às leis de Deus será levada em conta.” São Padre Pio de Pietrelcina