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El Señor ha montado en cólera contra Judá y Jerusalén, los ha hecho objeto de terror, estupor y burla, como podéis ver con vuestros propios ojos. (II Crónicas 29, 8)
El rey había reservado parte de sus propios bienes para los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, de los novilunios y de las solemnidades según está escrito en la ley del Señor. (II Crónicas 31, 3)
y el Señor envió a un ángel, que aniquiló a todos los soldados, jefes y oficiales del campamento del rey de Asiria, el cual se vio obligado a regresar lleno de vergüenza a su tierra, donde murió asesinado a golpe de espada por sus propios hijos cuando estaba en el templo de su dios. (II Crónicas 32, 21)
Quemó a sus propios hijos en el valle de Ben Hinnón. Se dio a la magia, a la adivinación, al ocultismo, se rodeó de nigromantes y encantadores; hizo tantas cosas malas a los ojos del Señor, que provocó su indignación. (II Crónicas 33, 6)
Muchos de los sacerdotes, levitas y cabezas de familia, ya ancianos, que habían visto el primer templo y ahora veían con sus propios ojos que se echaban los cimientos de este otro templo, lloraban estrepitosamente, mientras que otros muchos daban gritos de alegría y júbilo. (Esdras 3, 12)
tú, con todo, me hundirías en el lodo y mis propios vestidos tendrían horror de mí. (Job 9, 31)
¡Que sus propios ojos vean su ruina, que beba la furia del todopoderoso! (Job 21, 20)
Así has dicho a mis propios oídos -pues he escuchado el rumor de tus palabras-: (Job 33, 8)
Castígalos, oh Dios, castígalos, que caigan presos en sus propios planes; recházalos por sus crímenes sin cuento, por haberse rebelado contra ti. (Salmos 5, 11)
El malvado se jacta de sus propios planes, el avaro blasfema, desprecia al Señor; (Salmos 10, 3)
¿Quién reconoce sus propios errores? Perdóname, Señor, mis pecados ocultos, (Salmos 19, 13)
Los odio con un odio implacable y son mis propios enemigos. (Salmos 139, 22)