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para que el crimen cometido contra los setenta hijos de Yerubaal y su sangre cayese sobre Abimelec, su hermano, que los había matado, y sobre los nobles de Siquén, que le dieron el poder para matar a sus hermanos. (Jueces 9, 24)
Los israelitas volvieron a hacer lo que desagrada al Señor; dieron culto a los Baales y Astartés y a los dioses de Arán y de Sidón, a los dioses de Moab, a los de los amonitas y filisteos. Abandonaron al Señor y dejaron de darle culto. (Jueces 10, 6)
Y llegaron frente a Guibeá diez mil hombres escogidos de todo Israel. El combate fue duro, pues los de Benjamín no se dieron cuenta del mal que se les echaba encima. (Jueces 20, 34)
Los de Benjamín se dieron cuenta de que estaban derrotados. Los israelitas habían cedido terreno a Benjamín porque confiaban en la emboscada que habían tendido junto a Guibeá. (Jueces 20, 36)
Los de Benjamín regresaron, y los israelitas les dieron por mujeres las que habían quedado con vida en Yabés de Galaad; pero no había bastantes para todos. (Jueces 21, 14)
Éstos son los tumores de oro que los filisteos dieron en ofrenda de reconciliación al Señor: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat y uno por Ecrón. (I Samuel 6, 17)
David corrió, se detuvo ante el filisteo, tomó su espada y, sacándola de la vaina, le remató y le cortó la cabeza. Cuando los filisteos vieron muerto a su héroe, se dieron a la fuga. (I Samuel 17, 51)
Cuando comenzó de nuevo la guerra, David salió a campaña contra los filisteos; les infligió una gran derrota y se dieron a la fuga. (I Samuel 19, 8)
Encontraron un egipcio en el campo y le condujeron a David. Le dieron de comer y de beber; (I Samuel 30, 11)
Cuando los israelitas del otro lado del valle y de la Transjordania vieron que los israelitas habían huido y que Saúl y sus tres hijos habían muerto, abandonaron también ellos sus ciudades y se dieron a la fuga. Los filisteos vinieron y se establecieron en ellas. (I Samuel 31, 7)
Los amonitas se dieron cuenta de que se habían hecho odiosos a David, y enviaron mensajeros para contratar como mercenarios a los sirios de Bet Rejob y de Sobá, veinte mil soldados de infantería, del rey de Maacá, mil hombres, y de Tob, doce mil. (II Samuel 10, 6)
Los amonitas, al ver huir a los sirios, se dieron también a la fuga ante Abisay y entraron en la ciudad. Entonces Joab volvió de la guerra contra los amonitas y entró en Jerusalén. (II Samuel 10, 14)