32. Al llegar David a la cumbre, donde se adora a Dios, le salió al encuentro Jusay, el arquita, con los vestidos desgarrados y polvo sobre su cabeza.





“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina