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En el mes séptimo, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisamá, que era de estirpe real y uno de los grandes del rey, vino con diez hombres a visitar a Godolías, hijo de Ajicán, en Mispá, y mientras estaba comiendo con él, (Jeremías 41, 1)
sino que haremos decididamente todo lo que nos hemos propuesto: quemar incienso y hacer ofrendas de vino a la reina del cielo, tal como hemos hecho nosotros y como hicieron nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces tuvimos pan hasta hartarnos, éramos felices y no veíamos desventuras. (Jeremías 44, 17)
Pero desde que hemos dejado de quemar incienso y de hacer ofrendas de vino a la reina del cielo, carecemos de todo y por la espada y el hambre nos hemos consumido. (Jeremías 44, 18)
Y cuando nosotras -añadieron las mujeres- quemamos incienso y hacemos ofrendas de vino a la reina del cielo, ¿acaso le hacemos tortas que representan su imagen y le presentamos ofrendas de vino a espaldas de nuestros maridos?". (Jeremías 44, 19)
Esto dice el Señor todopoderoso, Dios de Israel: Vosotros y vuestras mujeres habéis llevado a cabo con vuestras manos lo que habíais prometido con vuestra boca: Cumpliremos puntualmente los votos que hemos hecho de quemar incienso y presentar ofrendas de vino a la reina del cielo. Pues bien, cumplid vuestros votos, llevadlos a la práctica. (Jeremías 44, 25)
Palabra que el Señor dirigió al profeta Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino con ánimo de atacar a Egipto. (Jeremías 46, 13)
Tranquilo ha vivido Moab desde su juventud; descansaba como vino en su poso, sin haber sido trasvasado jamás, sin haber partido al destierro. Por ello ha conservado su sabor y su aroma no se ha alterado. (Jeremías 48, 11)
Han desaparecido el gozo y la alegría del viñedo y de la campiña de Moab; he hecho que falte el vino en las cubas, el pisador no pisa ya, ni resuenan los cantos de alegría. (Jeremías 48, 33)
Una copa de oro era Babilonia en las manos del Señor; toda la tierra emborrachaba; de su vino bebieron las naciones, y por eso deliraban. (Jeremías 51, 7)
El jefe de la escolta se llevó también los barreños, los braseros, los acetres y las copas para las ofrendas de vino, todo lo que era de oro y plata. (Jeremías 52, 19)
Decían a sus madres: "¿Dónde está el pan y el vino?", mientras caían como heridos en las plazas de la ciudad y exhalaban su espíritu en el regazo de sus madres. (Lamentaciones 2, 12)
Les dirás: Esto dice el Señor: El águila grande, de las grandes alas, de enormes plumas, de espeso plumaje abigarrado, vino al Líbano y cortó la copa de un cedro; (Ezequiel 17, 3)