Fondare 284 Risultati per: Hija

  • ¡Baja, siéntate en el polvo, virgen, hija de Babilonia! Siéntate en tierra, destronada, hija de los caldeos. Pues no se te llamará más la dulce, la exquisita. (Isaías 47, 1)

  • Siéntate en silencio, escóndete en la sombra, hija de los caldeos, pues no se te volverá a llamar señora de los reinos. (Isaías 47, 5)

  • Sacúdete el polvo, levántate, Jerusalén cautiva. Saca tu cuello de sus coyundas, hija de Sión, cautiva. (Isaías 52, 2)

  • He aquí lo que el Señor pregona hasta el extremo de la tierra: Decid a la hija de Sión: Mira, ya viene tu salvador, vienen con él su recompensa y sus trofeos le preceden. (Isaías 62, 11)

  • En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento ardiente sopla del desierto contra la hija de mi pueblo, y no para aventar ni para limpiar. (Jeremías 4, 11)

  • Sí, oigo gritos como de mujer en parto, angustias como de primeriza. Son los gritos de la hija de Sión, que gime y alarga las manos. "¡Ay de mí, que voy a sucumbir bajo los golpes de los asesinos!". (Jeremías 4, 31)

  • ¡Oh hermosa y delicada, estás perdida, hija de Sión! (Jeremías 6, 2)

  • Están armados de arcos y espadas; son crueles, sin piedad. Su clamor es como el estruendo del mar, cabalgan en corceles, cada uno está armado para la batalla contra ti, hija de Sión. (Jeremías 6, 23)

  • Hija de mi pueblo, vístete de saco, échate en la ceniza, ponte de luto como por un hijo único, con amargos lamentos. Porque cae de improviso el devastador sobre nosotros. (Jeremías 6, 26)

  • El grito de angustia de la hija de mi pueblo se escucha a todo lo largo del país. "¿Ya no está el Señor en Sión? ¿Su rey ya no está allí?". ¿Por qué me han irritado con sus ídolos, con sus divinidades extranjeras? (Jeremías 8, 19)

  • Por la herida de la hija de mi pueblo estoy herido, angustiado; el espanto me invade. (Jeremías 8, 21)

  • ¿No queda bálsamo en Galaad? ¿No hay allí ningún médico? ¿Por qué, pues, no ha adelantado la curación de la hija de mi pueblo? (Jeremías 8, 22)


“Todas as graças que pedimos no nome de Jesus são concedidas pelo Pai eterno.” São Padre Pio de Pietrelcina