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  • Y vi que la mujer se emborrachaba con la sangre de los santos y de los testigos de Jesús, y al verla, quedé profundamente asombrado. (Apocalipsis 17, 6)

  • Los diez cuernos que viste, así como también la Bestia, acabarán por odiar a la Prostituta, le quitarán sus vestidos hasta dejarla desnuda, comerán su carne y la consumirán por medio del fuego. (Apocalipsis 17, 16)

  • En seguida oí otra voz que venía del cielo y decía: «Ustedes, que son mi pueblo, huyan de esa ciudad, para no hacerse cómplices de sus pecados ni ser castigados con sus plagas. (Apocalipsis 18, 4)

  • Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades. (Apocalipsis 18, 5)

  • Páguenle con su propia moneda, retribúyanle el doble de lo que ha hecho, sírvanle una porción doble en la copa de sus brebajes. (Apocalipsis 18, 6)

  • manteniéndose a distancia ante el horror de sus tormentos: «¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa! Bastó una hora para que recibieras tu castigo». (Apocalipsis 18, 10)

  • También los comerciantes de la tierra lloran y están de duelo por ella, porque ya nadie les compra sus mercancías: (Apocalipsis 18, 11)

  • Los que traficaban con esos productos y se habían enriquecido a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de sus tormentos, llorando y lamentándose: (Apocalipsis 18, 15)

  • porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la famosa Prostituta que corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores». (Apocalipsis 19, 2)

  • Luego salió del trono una voz que decía: «Alaben a nuestro Dios, ustedes, sus servidores, los que lo temen, pequeños y grandes». (Apocalipsis 19, 5)

  • Entonces yo caí a sus pies para adorarlo, pero él me advirtió: «¡Cuidado! No lo hagas, porque yo soy tu compañero de servicio y el de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús. El testimonio de Jesús es el espíritu profético. ¡Es a Dios a quien debes adorar!». (Apocalipsis 19, 10)

  • Sus ojos son como una llama ardiente y su cabeza está cubierta de numerosas diademas. Lleva escrito un nombre que solamente él conoce (Apocalipsis 19, 12)


“Quando fizer o bem, esqueça. Se fizer o mal, pense no que fez e se arrependa.” São Padre Pio de Pietrelcina