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  • para devorar la carne de los reyes, de los grandes capitanes, de los poderosos, de los caballos y de sus jinetes; la carne de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes». (Apocalipsis 19, 18)

  • En seguida vi a la Bestia y a los reyes de la tierra, con sus ejércitos preparados para combatir contra el Jinete y su ejército. (Apocalipsis 19, 19)

  • Todos los demás fueron exterminados por la espada que salía de la boca del Jinete, y las aves se saciaron con sus despojos. (Apocalipsis 19, 21)

  • Entonces vi unos tronos, y los que se sentaron en ellos recibieron autoridad para juzgar. También vi las almas de los que habían sido decapitados a causa del testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios, y a todos los que no habían adorado a la Bestia ni a su imagen, ni habían recibido su marca en la frente o en la mano. Ellos revivieron y reinaron con Cristo durante mil años. (Apocalipsis 20, 4)

  • Y vi a los que habían muerto, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. (Apocalipsis 20, 12)

  • El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. (Apocalipsis 20, 13)

  • Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó». (Apocalipsis 21, 4)

  • El que me estaba hablando tenía una vara de oro para medir la Ciudad, sus puertas y su muralla. (Apocalipsis 21, 15)

  • Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros. (Apocalipsis 21, 24)

  • Sus puertas no se cerrarán durante el díay no existirá la noche en ella. (Apocalipsis 21, 25)

  • en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había árboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos. (Apocalipsis 22, 2)

  • Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán. (Apocalipsis 22, 3)


“Para consolar uma alma na sua dor, mostre todo o bem que ela ainda pode fazer”. São Padre Pio de Pietrelcina