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  • el vigésimo tercero, Majaziot, sus hijos y hermanos: doce en total; (I Crónicas 25, 30)

  • el vigésimo cuarto, Romanti Ezer, sus hijos y hermanos: doce en total. (I Crónicas 25, 31)

  • Todos éstos eran hijos de Obededón; ellos, sus hijos y hermanos eran hombres valientes, duros en el servicio. De Obededón, sesenta y dos en total. (I Crónicas 26, 8)

  • Los hijos y hermanos de Meselemías, hombres valientes, sumaban en total dieciocho. (I Crónicas 26, 9)

  • Jilquías, el segundo; Tebalías, el tercero; Zacarías, el cuarto; los hijos y hermanos de Josá sumaban en total trece. (I Crónicas 26, 11)

  • De los descendientes de Hebrón, Jasabías y sus hermanos, hombres valientes, 1.700 en total, tenían a su cargo la custodia de Israel, al oeste del Jordán, en todos los asuntos que se referían al Señor y al servicio del rey. (I Crónicas 26, 30)

  • Construyó; luego el lugar santísimo, de diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto. Lo revistió de oro puro, por un peso total de unas veinte toneladas. (II Crónicas 3, 8)

  • Gracias a su humillación, la ira del Señor se apartó del rey sin causarle una aniquilación total; más aún, las cosas mejoraron en Judá. (II Crónicas 12, 12)

  • El número total de los jefes de familias, hombres valerosos, era de doce mil seiscientos. (II Crónicas 26, 12)

  • Cuando todo acabó, los israelitas que habían estado presentes recorrieron las ciudades de Judá destruyendo los cipos sagrados, las imágenes de Aserá, los lugares de culto de las colinas y los altares en todo Judá, Benjamín, Efraín y Manasés hasta su extinción total. Luego regresaron a sus ciudades, cada uno a su propiedad. (II Crónicas 31, 1)

  • En total, cinco mil cuatrocientos objetos de oro y plata. Todo se lo llevó Sesbasar a Jerusalén al regresar del destierro de Babilonia. (Esdras 1, 11)

  • Total de los sirvientes del templo y de los descendientes de los sirvientes de Salomón: trescientos noventa y dos. (Esdras 2, 58)


“Se quisermos colher é necessário não só semear, mas espalhar as sementes num bom campo. Quando as sementes se tornarem plantas, devemos cuidá-las para que as novas plantas não sejam sufocadas pelas ervas daninhas.” São Padre Pio de Pietrelcina