Talált 391 Eredmények: Puso
Al empuñar las riendas del gobierno, puso al frente de los negocios a un tal Lisias, jefe supremo de Celesiria y de Fenicia. (II Macabeos 10, 11)
Puso pie en Judea y se acercó a Bet Sur, plaza bien guarnecida y estratégica, situada en un desfiladero y a unos veinticinco kilómetros de Jerusalén, y la sitió. (II Macabeos 11, 5)
El Macabeo ordenó su ejército en divisiones, puso a aquellos dos al frente de ellas y marchó contra Timoteo, que tenía una fuerza de ciento veinte mil soldados de infantería y dos mil quinientos de caballería. (II Macabeos 12, 20)
Luego, entonando un canto de guerra en lengua patria, se lanzó de improviso contra las tropas de Gorgias y las puso en fuga. (II Macabeos 12, 37)
Lo puso todo en manos de Dios y exhortó a sus tropas a luchar heroicamente hasta la muerte por las leyes, por el templo y la ciudad, por la patria y las instituciones de los mayores. (II Macabeos 13, 14)
Encendidos así los ánimos, les puso delante la perfidia de los gentiles y las transgresiones de los juramentos. (II Macabeos 15, 10)
Al llegar allí, reunió a sus conciudadanos y, en especial, a los sacerdotes; se puso en pie ante el altar y mandó venir a los de la ciudadela. (II Macabeos 15, 31)
El lo hizo todo bien y a su tiempo; pero les puso el deseo del infinito, sin que el hombre pueda llegar a descubrir las obras que Dios hace desde el principio hasta el fin. (Eclesiastés 3, 11)
Verán el fin del sabio, sin comprender los designios de Dios sobre él ni por qué le puso el Señor en seguridad. (Sabiduría 4, 17)
Cuando las naciones unánimes en su perversidad fueron confundidas, ella fue quien puso los ojos en el justo, lo conservó irreprochable ante Dios y lo sostuvo fuerte por encima del entrañable amor a su hijo. (Sabiduría 10, 5)
Descendió con él al calabozo y no lo abandonó entre los hierros hasta levantarlo al cetro real y al poder sobre sus tiranos; puso en evidencia la mentira de sus difamadores y le dio una gloria eterna. (Sabiduría 10, 14)
Porque pronto un hombre irreprochable vino como adalid, empuñando las armas de su propio ministerio, la oración y el incienso expiatorio, y resistió la cólera y puso fin al azote, mostrando así que era siervo tuyo. (Sabiduría 18, 21)