Talált 63 Eredmények: adoración en la iglesia

  • Designaron presbíteros en cada Iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído. (Hechos 14, 23)

  • A su llegada reunieron a la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. (Hechos 14, 27)

  • Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron Fenicia y Samaria, contando la conversión de los gentiles y produciendo gran alegría en todos los hermanos. (Hechos 15, 3)

  • Llegados a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los apóstoles y presbíteros, y contaron cuanto Dios había hecho juntamente con ellos. (Hechos 15, 4)

  • Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la Iglesia, elegir de entre ellos algunos hombres y enviarles a Antioquía con Pablo y Bernabé; y estos fueron Judas, llamado Barsabás, y Silas, que eran dirigentes entre los hermanos. (Hechos 15, 22)

  • Desembarcó en Cesarea, subió a saludar a la Iglesia y después bajó a Antioquía. (Hechos 18, 22)

  • Desde Mileto envió a llamar a los presbíteros de la Iglesia de Efeso. (Hechos 20, 17)

  • «Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual os ha puesto el Espíritu Santo como vigilantes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio hijo. (Hechos 20, 28)

  • Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas. (Romanos 16, 1)

  • saludad también a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primicias del Asia para Cristo. (Romanos 16, 5)

  • Os saluda Gayo, huésped mío y de toda la Iglesia. (Romanos 16, 23)

  • a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos (I Corintios 1, 2)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina