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Recuerden que después, cuando quiso heredar la bendición de su padre, fue rechazado, y por más que la imploró con lágrimas, no pudo obtener un cambio de decisión. (Hebreos 12, 17)
No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles. (Hebreos 13, 2)
Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo. (Hebreos 13, 3)
Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros. (Hebreos 13, 4)
Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe. (Hebreos 13, 7)
Por lo tanto, si ustedes cumplen la Ley por excelencia que está en la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, proceden bien. (Santiago 2, 8)
Pero si hacen acepción de personas, cometen un pecado y son condenados por la Ley como transgresores. (Santiago 2, 9)
El que se tenga por sabio y prudente, demuestre con su buena conducta que sus actos tienen la sencillez propia de la sabiduría. (Santiago 3, 13)
Porque donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. (Santiago 3, 16)
Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. (Santiago 4, 2)
O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones. (Santiago 4, 3)
Hermanos, no hablen mal los unos de los otros. El que habla en contra de un hermano o lo condena, habla en contra de la Ley y la condena. Ahora bien, si tú condenas la Ley, no eres cumplidor de la Ley, sino juez de la misma. (Santiago 4, 11)